jueves, 16 de enero de 2014

Queriendo conocer como Dios - Ánimo en mensaje


No sean altaneros, digo a los altivos;  
No sean soberbios, ordeno a los impíos;
No hagan gala de soberbia contra el cielo,
 ni hablen con aires de suficiencia.
(Salmos 75:4,5)
Desde la construcción de la Torre de Babel, pasando por los viajes a otros planetas y la clonación de especies vivas, el ser humano no para en sus soberbios intentos por saberlo todo, por descubrirlo todo, por acercarse a Dios, no para amarle precisamente sino para, con presuntuosidad, competir con Él, para estar a la altura de “Su conocimiento”.
Ahora, el nuevo “juguete” que tiene entre sus manos desde el 2008, es el Gran Colisionador (LHC), un gigantesco y costosísimo aparato en el cual intervienen miles de científicos e ingenieros de laboratorios y universidades de todo el mundo, quienes están interesados en temas propios de su especialidad: estructura y origen de la materia, partículas, átomos, masa y, otros más, que guardan relación con el denominado “Big Bang”; esa gran explosión, que según algunos científicos, determinó la creación del universo.
Muchos no entenderán totalmente sobre masa, átomos, protones y agujeros negros, pero sí comprenderán, que dicho proyecto, al ser concebido con una inversión que iría de 3,5 a 6,5 miles de millones de euros, es capaz de provocar terribles paradojas humanas como las siguientes: 
-Mientras andamos interesados en saber cómo se formó el universo, nuestro planeta sigue consumiéndose en una nube de contaminación originada por nuestra propia mano. 
-Mientras invertimos dinero en este tipo de proyectos, no paliamos el hambre de los millones de seres, que diariamente mueren de hambre y sed. 
-Mientras deseamos saber si hay habitantes en otros planetas, no nos llevamos del todo bien con los del nuestro, y... 
-Mientras queremos abrir nuevos espacios para la comunicación universal, aquí en la Tierra cada día nos entendemos menos. En términos vulgares, empezamos a construir la casa por el tejado.

Lamentablemente la historia se repite dejándonos duras lecciones, como la de entender que la fiebre del conocimiento desmesurado es una especie de enfermedad, que avanza hacia el centro del corazón humano; lo infla de soberbia, y termina haciéndolo explotar.
Amigo, amiga: que en tu hogar no te pase algo parecido, que por estar enfocado en tus propios afanes y delirios de grandeza, o en buscar conocimiento, éxitos y prosperidad personal, te vayas a olvidar de los tuyos en casa, al extremo de producirles abandono, dolor, y resentimiento perpetuo.

La Sagrada Escritura dice“Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco. Lo que almacenan en su casa, yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué? ¡Porque mi casa está en ruinas, mientras ustedes sólo se ocupan de la suya! -afirma el Señor Todopoderoso- ”(Hageo 1:9)


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