viernes, 24 de enero de 2014

Piensa antes de hablar

Las palabras que brindan consuelo son la mejor medicina; las palabras dichas con mala intención son causa de mucha tristeza. Proverbios 15:4 (TLA)
Todos los días cometemos muchas faltas lingüísticas, con o sin intención. Entonces, ¿quién puede ser considerado como una persona madura? Sólo aquel que es capaz de dominar su lengua y de dominarse a sí mismo.
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Al caballo podemos dominarlo y hacer que nos obedezca si le ponemos un freno en la boca. Algo parecido sucede con los barcos, que por grandes que sean y por fuertes que sean los vientos que los empujan, el navegante puede controlarlos con un timón muy pequeño. Lo mismo pasa con nuestra lengua, que es una de las partes más pequeñas de nuestro cuerpo, pero capaz de hacer grandes cosas. Como dice Santiago 3:5 ¡Es como una llama pequeña que puede incendiar todo un bosque!
Como seres humanos, podemos dominar a toda clase de animales, incluso a los salvajes; pero muy pocas veces podemos controlar nuestra lengua y evitar decir palabras que dañen a los que amamos y a los que nos rodean.
A continuación algunos consejos sabios que podemos aplicar todos los días:
- Dejen de hablar mal de otros y de andar diciendo mentiras. Salmos 34:13 (TLA)
- Si alguien se cree muy santo y no cuida sus palabras, se engaña a sí mismo y de nada le sirve tanta religiosidad. Santiago 1:26 (TLA)
- Usen su inteligencia para tratar como se debe a los que no confían en Cristo. Aprovechen bien cada oportunidad que tengan de conversar con ellos. Hablen siempre de cosas buenas, díganlas de manera agradable, y piensen bien cómo se debe contestar a cada uno. Colosenses 4:5-7 (TLA)
Tengamos siempre presente que nuestras palabras tienen mucho poder, que con ellas podemos hacer el bien o el mal, animar o desalentar, aceptar o rechazar, perdonar o condenar, edificar o derribar, transmitir vida o muerte. Con nuestra lengua podemos bendecir o maldecir, con ella alabamos a nuestro Dios y Padre y también podemos ofender a nuestros semejantes.
Esforcémonos y pidámosle a Dios que nos ayude a ser luz para los que nos rodean, a tener las palabras precisas de aliento para todo aquel que las necesite y a exhortar con amor a aquellos que se están extraviando, y que todas nuestras experiencias sirvan a otros como guía.
Jamás olvidemos que el modo como nos expresamos, revela lo que hay en nuestro corazón.

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