La falta de tiempo parece ser la excusa que se encuentra de moda, cuando en realidad hay tiempo para todo; lo que pasa es que no lo administramos y no ordenamos prioridades, para hacer que nos alcance el día para tanto que hay que hacer.
Estamos siempre tan llenos de actividades que pocas veces disfrutamos de un tiempo relajado, y peor aún, nos falta tiempo para Dios; hay ocasiones en las que nos esforzamos para poder hacer muchas cosas, pero en el momento de planear el tiempo que le dedicaremos a Dios cada día, terminamos dándole un pequeño espacio de nuestra llena y pesada agenda, sólo un poco, sólo un momento, y creemos que con eso puede ser suficiente.
Dedicarle poco tiempo a Dios es darle poca trascendencia a tu relación con Él. Lo que sucedería si descuidaras tu relación de pareja, es lo mismo que sucede si descuidas tu relación con Dios, que el amor se enfría y poco a poco comienzas a sentir un vacío... Dios no se va, pero la comunicación se rompe y quien termina sufriendo las consecuencias eres tú mismo.
¿Cuánto tiempo le dedicas a Dios? ¿Cuánto te interesas en tu relación con Él? La verdad es que cuando comenzamos a sentir un indescifrable y enorme vacío, es cuando nos damos cuenta de que es poco, pues el corazón de alguien que ama a Dios está diseñado con un espacio que sólo Él llena. Por eso al alejarnos o descuidarnos, sentimos ese vacío inexplicable, y cuanto menos tiempo le dediquemos más crecerá el sentimiento de vacío.
Un orden de prioridades incluye a Dios en el primer lugar, sea cual sea la manera en que manejas tu vida. Sin importar a lo que te dedicas o lo saturado de tu agenda, siempre es mejor beber el agua directa del manantial, que esperar la poca que llega después de un largo recorrido y, además, llena de impurezas.
Cuando Dios es lo primero en tu vida, todo lo demás llega por añadidura, cuando le dedicas una buena parte de tu tiempo, en realidad estás invirtiendo para ganar con intereses.
Daniel dedicaba oración a Dios tres veces al día; no es que le sobrara el tiempo, sino que sabía en lo que lo invertía, y obtuvo beneficios por ello, “por cuanto fue hallado en él mayor espíritu y ciencia y entendimiento, para interpretar sueños y descifrar enigmas y resolver dudas…” Daniel 5:12. El tiempo de Daniel con Dios era la clave de su sabiduría y la llave con la que abría puertas que le bendecían.
El tiempo mal administrado deja como resultado no poder cumplir con todo lo planeado; las cosas terminan solamente en afán, y el afán en asuntos incompletos y frustración, en relaciones espirituales débiles y oraciones demasiado rápidas, de las que después nos preguntamos ¿por qué no veo los resultados?
En la medida del tiempo que le dedicas a Dios, en la medida que le buscas, encuentras la respuesta a cada una de tus necesidades. Tu tiempo con Dios es más importante que el tiempo que inviertes en cualquier actividad que usas como distracción; porque decir “no tengo tiempo” es igual que decir “no me interesa”; por contra, cuando deseamos realmente algo creamos un espacio de tiempo sin importar lo ocupados que estemos.
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