Había un hombre que trabajaba como operador del puente por donde pasaban los trenes y tenía un hijo a quien amaba mucho. Al niño le encantaba observar cada tren y percibir los rostros de los pasajeros; a muy pocos se les veía felices o disfrutando de su viaje, la gran mayoría reflejaba en sus rostros, tristeza, preocupación, enojo,soledad...
Un día se apreció un fallo técnico en la cabina del tren, lo cual llevó al operario a tomar una difícil decisión: permitir que todos los pasajeros murieran o empujar una palanca y dejar que su único hijo fuera arrollado por el tren; porque el niño, al darse cuenta de lo ocurrido, quiso impedir que hubiera un accidente y se fue hacia uno de los rieles para mover otra palanca que se encontraba en el interior de la caseta de operadores, pero lamentablemente cayó dentro de ella y no había tiempo para rescatarle porque el tren venía a gran velocidad.
La salvación de todas aquellas personas requirió el sacrificio de ese padre y de ese niño. De la misma manera, Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna. Juan 3:16
¿No crees que ésta es una razón más que suficiente para darle gracias a Dios por haber enviado a su Hijo único, Jesucristo, para la salvación de toda la humanidad? Si hasta este día no reconociste este gran sacrificio, ¡ánimo que puedas hacerlo hoy!, porque no hay mayor prueba de amor que la que hizo Jesús en la cruz del Calvario, al dar su vida por ti y por mí aún sin merecerlo.
Fue oprimido y tratado con crueldad, sin embargo no dijo ni una sola palabra. Como cordero fue llevado al matadero. Y como oveja en silencio ante sus trasquiladores, no abrió su boca. Isaías 53:7 (NTV)
La muerte de Jesús, nos trajo esperanza y salvación; agradezcamos cada día su incomparable amor.
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