13:1 Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena, campana que retiñe.
En la vida buscamos el oro, nos esforzamos por conseguirlo. Hay quienes dedican años y años a tener dinero y comprar casas, coches, etc., creyendo que eso les dará una felicidad plena, pero cuando lo obtienen no están satisfechos, se dan cuenta de que no todo lo que brillaba era oro, que eso no era el 100% de la felicidad; resulta que eso sólo era el 1%. También los (las) hay que engañan a su pareja, la abandonan para irse con una más joven; lo hacen porque creen que ella es el oro, que ella es lo más valioso, pero meses o años más tarde cuando la joven le paga a él con la misma moneda, cuando le traiciona y también le abandona, esta persona se encuentra sola y se da cuenta de que lo que encontró no todo era oro, sólo era el 1%. También está el que pensaba que en el alcohol iba a encontrar la felicidad, el que pensaba que en las drogas iba a encontrar el placer, y todos, absolutamente todos después de verse en la ruina, en la calle y enfermos, se dan cuenta de que no todo lo que brilla es oro, que hay joyas que sólo nos ofrecen el 1% de felicidad. En fin, nos esforzamos y cometemos el error de ir tras el oro que no es el correcto, buscamos lo que en realidad no es lo más valioso.
Porque la verdadera medalla, presea 100% de oro, la encontramos en la cruz, Jesucristo en la cruz obtuvo la medalla de oro. En la cruz se enfrentaron por la medalla de oro, el amor contra el odio, la vida contra la muerte, la luz contra la oscuridad, y al final el amor derrotó al odio, la vida venció a la muerte y por tanto la luz brilla sobre las tinieblas. Cristo es tan misericordioso y bondadoso que quiere compartir esta medalla; es más, Él quiere dárnosla en este momento, y lo único que tenemos que hacer es dirigirnos a la cruz, postrarnos ante ella, doblegarnos ante el crucificado, y por su sangre derramada y su infinita misericordia, obtener esta medalla. No desaprovechemos la oportunidad de obtener lo más valioso de la vida, la medalla de oro que es el amor.
Imitemos la acción de un atleta que en las pasadas olimpiadas, Londres 2012, ganó una de las tres medallas de oro para su país. Joel Gonzales, un taekondista, también lo había hecho en su primera participación en un mundial, Copenhague (2009) en Dinamarca. Marina, su mamá, contó que en aquella competición, después de ganar el penúltimo combate, él saltó todas las vallas y se acercó a la grada, le dio un beso y le susurró al oído: “Que sepas mamá, que hoy me llevo el oro, no me voy de aquí sin el oro“.
“No me voy sin el oro” es una frase a poner en práctica en nuestra vida espiritual. Como Atletas de Cristo, aspiremos todos los días alcanzar esta medalla de oro que es el AMOR, medalla de oro que está disponible por gracia y misericordia Divina en La Cruz. En este momento meditemos en la Cruz, contemplemos a Jesucristo muriendo por todos nosotros; su muerte tenía el objetivo de ganar la MEDALLA DE ORO DE LA VIDA. Medalla que quiere compartir y entregar a todos los que por fe se acerquen y la tomen.
Para terminar, con emoción y rapidez, digámosle a nuestro Creador: “No me voy sin el oro”. Padre amado, de este mundo no nos vamos sin esta medalla del amor. Gracias Padre, por este valioso regalo de la medalla de oro: EL AMOR. Medalla de oro que es incorruptible y eterna: “El amor nunca pasará” (1ra Corintios 13,8). Amén.
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