Soy del tipo de personas a las que le vienen muchos pensamientos, ideas, preguntas y comentarios a la cabeza… lo que me hace ser también muy charlatán. Y esto tiene sus pros y sus contras; cientos de ideas creativas pasan por mi cabeza en un solo día, pero también cientos de dudas, cuestionamientos que en ocasiones no me hacen nada bien. Esta acción de pensar, pensar y pensar, se la puede identificar como característica del “pensador compulsivo”. Si mi mente está “desocupada” o “despejada” busco contenidos y temas para agregarle, como si no fuera posible que al menos por un segundo, pudiera decir “no estoy pensando en nada”.
Si eres un pensador compulsivo tienes algunas características definidas como tal:
-A partir de un detalle, de una palabra, de un objeto o situación, puedes activar una serie de recuerdos o reflexiones que te llevan muy lejos, a años luz de lejos de donde comenzaste.
-Si alguien te comenta una idea o algo que desea hacer y te pide colaboración, probablemente TODO lo que veas te inspire y motive a nuevas creaciones.
-Cuando algo no funciona como esperabas, realizas análisis profundos de qué participación tuviste tú para que no resultara bien, de qué forma podría haberse concretado,... y así podría seguir enumerando una infinidad de comportamientos y pensamientos.
-A partir de un detalle, de una palabra, de un objeto o situación, puedes activar una serie de recuerdos o reflexiones que te llevan muy lejos, a años luz de lejos de donde comenzaste.
-Si alguien te comenta una idea o algo que desea hacer y te pide colaboración, probablemente TODO lo que veas te inspire y motive a nuevas creaciones.
-Cuando algo no funciona como esperabas, realizas análisis profundos de qué participación tuviste tú para que no resultara bien, de qué forma podría haberse concretado,... y así podría seguir enumerando una infinidad de comportamientos y pensamientos.
Lo anterior no tiene nada de malo si no va acompañado de sentimientos inapropiados, como angustia, rabia, preocupación excesiva o culpa, o si no es contrario a aquello que Dios está haciendo contigo y con tu vida.
Pasa que en miles de ocasiones, los pensadores compulsivos perdemos oportunidades de crecimiento porque no las aprovechamos y en su lugar las analizamos en exceso. Si llegáramos a tener la mente de Cristo esto no nos sucedería, porque seríamos renovados y sólo habría en nuestra cabeza espacio para escuchar Su voz y no la nuestra. ¡Qué gran anhelo es que se cumpla en nosotros la Palabra de Dios! Que nuestras mentes sean renovadas por medio de Él y que, en esta renovación, seamos capaces de ponerle “pausa” y “stop” a nuestros pensamientos y recibir los de Cristo, tener Su mente, Sus ideas, Sus pensamientos y Su creatividad.
Si día a día le pedimos al Señor que gobierne nuestros pensamientos e ideas, tenemos una batalla ganada, “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9 RVR)
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