Cuando era niña fui muy disciplinada por parte de mi papá, entonces no entendía por qué me prohibía vestirme como yo quería y participar en algunas actividades. Tampoco comprendía por qué no me compraba todas las cosas que yo quería. Supe comprender, poco a poco, que esta era su manera de protegerme y ayudarme a formar mi carácter. Doy gracias a Dios porque mi padre fue capaz de ponerme límites, pues esto sirvió de formación para mi vida.
La disciplina es necesaria en nuestras vidas. Hebreos 12:10 dice: “Pues nuestros padres terrenales nos disciplinaron durante algunos años e hicieron lo mejor que pudieron, pero la disciplina de Dios siempre es buena para nosotros, a fin de que participemos de su santidad.” Dios como Padre, sabe cómo corregirnos, y aunque nos duela, tenemos la seguridad en su Palabra que es para formarnos a la semejanza de Cristo.
Dios usa a muchas personas a nuestro alrededor, padres, jefes, pastores, amigos y todo aquél que nos ama y quiere lo mejor para nosotros, incluso usa circunstancias adversas que no comprendemos, pero que tienen un buen propósito.
Y cuando uno comete errores tiene dos opciones, recibir corrección o continuar con su error, y ambas tienen resultados diferentes.
El versículo de Hebreos dice algo importante: después del dolor de la disciplina los resultados son una vida recta. ¿Quién no quiere tener una vida así?
A lo mejor estás desanimado por una severa corrección de tu padre, tu jefe, o tu pastor. Algunos reaccionan obstinándose aún más, en lugar de reflexionar si hay algo de verdad en lo que le han dicho. Otros reaccionan con dolor y se cohíben, comienzan a sentir más inseguridad en lo que hacen, hasta que procesan lo sucedido. Pero hay un tercer grupo, que aunque no recibe con agrado la corrección, extrae lo bueno y modifica sus conductas. A la larga, estos últimos serán en los que veremos experimentar un crecimiento.
“Por lo tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y fortalezcan sus rodillas debilitadas. Tracen un camino recto para sus pies, a fin de que los débiles y los cojos no caigan, sino que se fortalezcan.” Hebreos 12:12-13
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