Cuando era niña fui muy disciplinada por parte de mi papá, entonces no entendía por qué me prohibía vestirme como yo quería y participar en algunas actividades. Tampoco comprendía por qué no me compraba todas las cosas que yo quería. Supe comprender, poco a poco, que esta era su manera de protegerme y ayudarme a formar mi carácter. Doy gracias a Dios porque mi padre fue capaz de ponerme límites, pues esto sirvió de formación para mi vida.
Recuerdo que en una ocasión me habían invitado a una fiesta, y sabiendo que no iba a obtener el permiso de mi padre, me escapé por la noche para poder asistir. Cuando regresé a mi casa mi padre me esperaba furioso, estaba indignado con mi actitud de ignorar su autoridad y terminar haciendo lo que yo quería. Pasé un mal momento, la expresión del rostro de mi padre me hizo ver que él no sólo estaba enfadado, sino que también se había preocupado por mí. Entonces mi padre me castigó, me prohibió salir durante un mes, lo cual me sirvió de escarmiento para no volver a hacerlo sin su permiso. Hoy después de muchos años, reconozco el valor de todos estos límites. Dios les dio autoridad a nuestros padres con el propósito de corregirnos y protegernos, como parte de un sano proceso de crecimiento.
La disciplina es necesaria en nuestras vidas. Hebreos 12:10 dice: “Pues nuestros padres terrenales nos disciplinaron durante algunos años e hicieron lo mejor que pudieron, pero la disciplina de Dios siempre es buena para nosotros, a fin de que participemos de su santidad.” Dios como Padre, sabe cómo corregirnos, y aunque nos duela, tenemos la seguridad en su Palabra que es para formarnos a la semejanza de Cristo.
Dios usa a muchas personas a nuestro alrededor, padres, jefes, pastores, amigos y todo aquél que nos ama y quiere lo mejor para nosotros, incluso usa circunstancias adversas que no comprendemos, pero que tienen un buen propósito.
Y cuando uno comete errores tiene dos opciones, recibir corrección o continuar con su error, y ambas tienen resultados diferentes.
El versículo de Hebreos dice algo importante: después del dolor de la disciplina los resultados son una vida recta. ¿Quién no quiere tener una vida así?
A lo mejor estás desanimado por una severa corrección de tu padre, tu jefe, o tu pastor. Algunos reaccionan obstinándose aún más, en lugar de reflexionar si hay algo de verdad en lo que le han dicho. Otros reaccionan con dolor y se cohíben, comienzan a sentir más inseguridad en lo que hacen, hasta que procesan lo sucedido. Pero hay un tercer grupo, que aunque no recibe con agrado la corrección, extrae lo bueno y modifica sus conductas. A la larga, estos últimos serán en los que veremos experimentar un crecimiento.
“Por lo tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y fortalezcan sus rodillas debilitadas. Tracen un camino recto para sus pies, a fin de que los débiles y los cojos no caigan, sino que se fortalezcan.” Hebreos 12:12-13
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