El hombre fue llevado a juicio, conociendo de antemano que tendría pocas o nulas esperanzas de escapar de la terrible sentencia: ¡La horca! El juez, quien también había sido comprado, cuidó los detalles para dar todo el aspecto de un juicio justo y por ello dijo al acusado: “Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de Él tu destino: Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras ‘culpable’ e ‘inocente’. Tú escogerás, y será la mano de Dios la que decida tu destino”.
Por supuesto, el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: ‘CULPABLE’ y la pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se percataba de que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria.
El juez ordenó al hombre tomar uno de los papeles doblados. Éste respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados, y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y con una extraña sonrisa tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca, lo tragó rápidamente.
Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon: “Pero, ¿qué hizo?, y ahora, ¿cómo vamos a saber el veredicto?” El hombre respondió tranquilamente: “Es muy sencillo, es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué”. Con un gran coraje, mal disimulado, tuvieron que liberar al acusado y jamás volvieron a molestarle.
Así como este hombre se vio envuelto en una trama de la que aparentemente no había salida, muchas veces nosotros también sufrimos injusticias, y no falta la oportunidad en la que nuestra fe flaquea y sentimos que no podemos más. Pero Dios nunca nos abandona y hace justicia a favor de los rectos y humildes de corazón, de aquellos que le buscan.
“Pues el Señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey; él cuidará de nosotros y nos salvará”. Isaías 33:22
Sin importar el problema por el que estés pasando, si has sido acusado falsamente, y si ves cómo los demás se valen de cosas deshonestas para lograr un fallo a su favor, no temas, busca a Dios en oración, pues Él siempre está atento a las oraciones de los justos y obra a su favor.
“Él hará resplandecer tu inocencia como el amanecer, y la justicia de tu causa brillará como el sol de mediodía”. Salmos 37:6
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