Para que un niño construya un castillo de arena sólo le hace falta un balde y una pala. En cambio, cuando un adulto decide construir un verdadero castillo, necesitará obtener primero financiación para semejante obra y después una serie de engorrosos trámites que le permitirán llevar a cabo su sueño.
El niño sabe que en algún momento el oleaje se llevará su castillo, pero no se desanima por ello. En cambio, al adulto le preocupa y le atemoriza la idea que su castillo algún día se desmorone.
Cuando las olas rompen el castillo del niño, él aplaude, salta de alegría, recoge su baldecito, toma la mano de su padre y se vuelve a casa. Lo toma con naturalidad, pensando en construir otro al día siguiente.
Pero la reacción del adulto es diferente. Cuando las olas de la vida embisten contra su castillo, se aterroriza y con tristeza e incertidumbre, ve cómo se desmorona tan fácilmente lo que tanto esfuerzo le llevó construir.
El niño no se preocupa por el mañana, sólo se esfuerza y disfruta el y por el momento. En cambio, el adulto se llena de temor y dudas acerca del futuro.
Tarde o temprano las olas amenazarán nuestro castillo, ¿cómo reaccionaremos?, ¿como el niño o como el adulto de la historia?
Muchas veces nos rendimos al primer intento porque no logramos los resultados que esperábamos y esto puede deberse a que estamos acostumbrados a hacer las cosas a nuestra manera, sin haber orado ni pedido dirección a Dios. A veces sólo acudimos a Él, cuando ya no sabemos de qué manera solucionar los problemas en los que nos vemos envueltos. Seamos como el niño, que a pesar de que las olas se llevaron su castillo no se puso triste ni se enojó, sino que se agarró de la mano de su papá, con el íntimo convencimiento de que todavía hay un mañana, que se abre como un libro en blanco donde podremos escribir una nueva historia.
Busca su voluntad en todo lo que hagas y él te mostrará cuál camino tomar. Proverbios 3:6 (NTV)
Quizá algunos de los castillos que tanto te costaron construir, se encuentren desechos y ya ni queden rastros de ellos. Puede que se te hayan caído castillos de familia, profesionales o de trabajo. Tal vez hayas invertido mucho dinero y esfuerzo en tu negocio, pero ahora te toca sufrir el amargo sabor del fracaso. Pues ya va siendo hora de que tengas una actitud de niño: "es verdad que se me cayó un castillo, pero me levantaré mañana agarrado de la mano de mi Padre y construiré uno nuevo".
En este día te animo a construir un nuevo castillo, ya sea en la faceta familiar, en el ministerio, en la economía o en tu profesión; pero ésta vez hazlo con un corazón de niño, reconociendo a Dios en lo que emprendas, porque sólo de esta manera podrás construirlo sobre la roca firme que es Jesucristo. Entonces, por más que se levanten vientos y olas que vengan para querer derribarlo no podrán, porque lo edificaste sobre un fundamento inamovible.
Cuando el sol se ponga y la marea suba, aplaude y festeja. Luego, toma la mano de tu padre y levántate, porque una nueva historia está a punto de comenzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario