domingo, 11 de agosto de 2013

Fuego apagado - Devocional - Vídeo

La historia de Juan Pablo


Juan Pablo era joven cuando conoció a Dios, tenía a penas 17 años cuando se encontró con el Señor y desde entonces su vida comenzó a cambiar de una forma maravillosa, al mejor estilo de Dios. Juan Pablo, antes de venir al Señor, había llevado una vida muy desordenada en todos los sentidos, con mal hablar, con hábitos deshonrosos, dado a la bebida y en ocasiones también a la droga, con muy malos comportamientos y poco interés por lo decente y formal, pero después de aceptar a Jesús como su Señor y Salvador, su vida comenzó a mostrar un cambio instantáneo, pasó de ser un joven perdido en muchos malos hábitos a ser un joven totalmente cambiado.

Se podía ver a Juan Pablo con su Biblia en la mano dirigiéndose a la iglesia, su forma de vestir había cambiado, y sus ojos irradiaban algo diferente; ahora escucharle hablar era algo sorprendente, de su mal vocabulario pasó a tener un vocabulario exquisito, donde el tema central de sus conversaciones era Dios. Comenzó a entender que muchas de las cosas que hacía eran incorrectas y comenzó a poner de su parte para evitar aquellas cosas que no le iban a edificar espiritualmente, pero sí a desviar del buen camino.
Juan Pablo evitaba fallar aun en las cosas consideradas “mínimas”, y cuando por alguna razón se dejaba guiar por sus instintos pecaminosos y fallaba, rápidamente se encerraba en su cuarto, oraba a Dios pidiéndole perdón por su fallo, con una actitud sincera y humilde, con un arrepentimiento genuino, y trataba la próxima vez de ser más fuerte para no volver a cometer el mismo error.
Los años fueron pasando y Juan Pablo se convirtió en un gran servidor, ahora predicaba la Palabra de Dios, la gente le tenía mucho respeto, era admirado por chicos que anhelaban ser como él, pues para ser sincero Juan Pablo había construido un testimonio muy bueno y una muy buena imagen.
Sin embargo, con el transcurrir de los años su sensibilidad espiritual ante lo malo fue disminuyendo. No dejaba de hacer todo lo que hacía en la Iglesia, y delante de las personas era muy bien visto, pero Juan Pablo comenzó a practicar ciertos hábitos que tiempo atrás había evitado, al considerar que no eran buenos y que ofendían a Dios. Al principio se sentía culpable y arrepentido, pero cuanto más lo fue practicando, más se fue convirtiendo en un hábito para él, y ahora había llegado a un momento en el que, cuando le fallaba a Dios, no sentía el más mínimo sentimiento de culpa, y mucho menos se sentía arrepentido por lo que hacía; es más, ya ni siquiera pedía perdón por aquellos fallos que cometía, que en algún momento de su vida había evitado cometer.
La pasión por agradar a Dios fue disminuyendo en Juan Pablo. Delante de la gente era siempre el mismo, pero en su intimidad con Dios ya nada era igual, su fuego estaba apagándose, dejó que lo que, para él, antes era malo ahora se convirtiera en normal, y sin darse cuenta, fue cediendo terreno al pecado hasta convertirlo en algo normal en su vida y así dejar de sentir culpa por practicarlo.
¡Qué triste es caer en el acomodo espiritual! ¡Qué triste cuando las cosas que antes nos causaban un sentimiento de culpa porque no eran correctas, ahora se han vuelto algo normal en nuestra vida, y no sentimos la más mínima culpa al cometerlo, ni mucho menos nos arrepentimos de hacerlo.
¿Qué era para ti antes incorrecto y ahora lo ves como “correcto”? ¿Qué cambió en tu vida? ¿Cambió Dios, que ahora para Él eso ya no es pecado?, ¿o cambiaste tú que tratas de disfrazar lo malo de bueno?
La Biblia dice: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” Isaías 5:20-21 (Reina-Valera 1960).
Es una lástima que poco a poco vayamos considerando bueno lo que antes era malo. Es una lástima que dejemos de ser sensibles espiritualmente y no nos demos cuenta que vamos rumbo a un abismo.
Juan Pablo comenzó bien, pero lamentablemente dejó que su fuego espiritual por Dios se fuera apagando, sin darse cuenta dejó de practicar la oración, dejó de leer la Biblia porque consideraba que ya la había leído muchas veces, dejó de practicar el bien y se fue conformando con una vida apagada. Ahora se le puede ver haciendo muchas cosas en la iglesia, pero realmente no es el mismo y él lo sabe. Al hablar íntimamente con él, es sincero en reconocer su estado, pero desgraciadamente no quiere salir de él; el acomodo al que ha llegado es tal, que “siente que está bien” sin estarlo realmente.
¿Te ha pasado a ti? ¿Es tu caso actualmente? No dejes que el fuego por Dios se apague en tu vida, no permitas que lo malo se convierta ahora en “bueno”, no dejes de practicar los hábitos espirituales que te sostendrán y que mantendrán encendido el fuego de Dios en tu vida; hábitos como orar y leer la Biblia son necesarios para todo hijo de Dios que quiera mantenerse en pie, en esta guerra diaria de supervivencia espiritual.
¡Es hora de levantarte del sueño en el que has caído!, ¡es hora de comenzar a hacer lo bueno!, no pospongas más esa decisión, es hora de comenzar a vivir con la única intención de agradar a Dios en TODO y no para satisfacernos a nosotros mismos.

¡Busca a Dios y renueva tu vida espiritual para no dejar que el fuego se apague!

“El Señor te ha dicho lo que es bueno, y lo que él exige de ti: que hagas lo que es correcto, que ames la compasión y que camines humildemente con tu Dios.”

Miqueas 6:8 (Nueva Traducción Viviente)

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