La flor de loto es una creación maravillosa de nuestro Dios, de la cual tenemos varios ejemplos a seguir. Esta hermosa flor la podemos encontrar, sobre todo, en el continente asiático, en la zonas pantanosas; posee una característica y es que sus hojas tienen un efecto impermeable, y a su vez, no permite que se le adhiera el polvo o la suciedad; esto se debe a su estructura, conformada por células muy diminutas, que acompañadas de pequeñas partículas de cera logran este efecto.
Esta flor tiene varias cosas que imitar; primeramente, brota en un pantano de aguas estancadas. Parece raro pensar que en estos lugares pudieran existir flores tan bellas, pero similar es el hecho, de que cada uno de nosotros puede encontrarse en situaciones realmente precarias, difíciles, donde nada es nuevo, nuestras oraciones tampoco lo son, en las que no avanzamos a nivel espiritual, nos quedamos de brazos cruzados, y siempre hay algo malo que el enemigo quiere que dejemos entrar en nuestra vida.
Quizá hayamos pasado mucho tiempo estancados en lo mismo, pero a pesar de las circunstancias que nos rodean, aunque seamos capaces de brotar, de salir adelante y dar la batalla, tendremos que surgir por encima de esas aguas sucias que nos han querido hundir mucho tiempo; debemos dejar que la fuente de agua viva, Jesucristo, fluya dentro de nosotros para que nuestro espíritu irradie, aprovechando lo que tenemos. Jesús dijo: ¨El que cree en mí, como dice la escritura, de él brotaran ríos de agua viva¨ Juan 7:38 (Nueva Versión Internacional).Por lo que tenemos que ser impermeables al pecado, no dejarle entrar, cerrar las puertas a las cosas del mundo que nos separan de Dios, no permitir que la maldad dañe nuestro corazón; no hacer caso, ni retener palabras negativas o de maldición que alguna vez nos hayan lanzado.
Debemos decidir a qué cosas debemos dejarles paso, pero para que esto pueda ser efectivo, debemos buscar la presencia de Dios. Nos hacemos impermeables al pecado cuando tenemos al Espíritu Santo, que nos direcciona de la mejor manera para no fallarle a Dios. Él nos muestra el camino a seguir, no quiere que nos marchitemos, por eso siempre nos limpia, nos purifica, una y otra vez, cuando le damos la potestad de que actúe en nuestra vida y así mantenernos en santidad y ser gratos delante de la presencia de nuestro Padre.
Si te apartas del pecado que ha cometido y en tu morada no das cabida al mal, entonces podrás llevar la frente en alto y mantenerte firme y libre de temor, ciertamente olvidarás tus pesares, o los recordarás como el agua que ya pasó.
Job 11:14-16 (Nueva Versión Internacional)
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