viernes, 12 de julio de 2013

Manejo y control de la ira - Devocional

Hoy es uno de esos días en los que estoy aquí sentado para escribir y no sé si hacerlo sobre mis sentimientos de agradecimiento, que me hacen exclamar – ABBA PADRE, TODA ARRABA - ABBA, que significa, gracias papi, papa, papito, con amor, respeto y agradecimiento por las inmensas bendiciones que recibo cada día; por el esmerado cuidado que Dios nos provee a mí y a los seres que amo y porque cada día contemplo su obra en cada uno de nosotros; estoy admirado, conmovido y agradecido y quisiera tener a Jesús frente a mí, hablar con Él como se habla con un amigo, mirándole a los ojos, sonriendo y confiando en él con todo mi corazón y con toda mi alma. O bien, escribir sobre un tema que considero muy importante para todo creyente y que afecta a su vida y a sus relaciones de manera directa; y es acerca del control de su temperamento y de la ira. Bueno, creo que en este momento ya está decidido: hablaremos de la ira y cómo controlarla, pues a todos nos interesa. Antes de hablar sobre cómo nos afecta la ira veamos qué es. En la definición encontrada en Wikipedia podemos hallar todo lo humanamente conocido por el hombre como ira:
"Enfado", "enojo" e "indignación", redirigen aquí.
“La ira o rabia es una emoción que se expresa con el resentimiento, furia o irritabilidad. Los efectos físicos de la ira incluyen aumento del ritmo cardíaco, presión sanguínea y niveles de adrenalina y noradrenalina. Algunos ven la ira como parte de la respuesta cerebral de atacar o huir de una amenaza o daño percibidos. La ira puede volverse el sentimiento predominante en el comportamiento, cognitiva y fisiológicamente, cuando una persona toma conscientemente la decisión de reaccionar, para detener de inmediato el comportamiento amenazante de otra fuerza externa. La ira puede tener muchas consecuencias físicas y mentales.
Las expresiones externas de la ira se pueden encontrar en la expresión facial, en el lenguaje corporal, en respuestas fisiológicas y, en otros momentos, en actos públicos de agresión. Humanos y los no humanos, animales por ejemplo, hacen fuertes sonidos estos últimos, intentan verse físicamente más, mostrar los dientes, y mirarse fijamente. La ira es un patrón de comportamiento diseñado para advertir a agresores, para que paren su comportamiento amenazante. Rara vez ocurre un altercado físico sin una previa expresión de ira, de por lo menos uno de los participantes. Mientras la mayoría de los que experimentan ira explican su "despertar" como un resultado de “lo que les ha pasado a ellos,” los psicólogos apuntan que una persona irritable puede fácilmente estar equivocada, porque la ira causa una pérdida en la capacidad de amonestarse a sí mismo y en la observación objetiva.
Psicólogos antiguos ven la ira como una emoción primordial, natural y madura, experimentada ocasionalmente por todos los humanos, y como algo que tiene valor funcional para sobrevivir. La ira puede movilizar recursos psicológicos para una acción correctiva. La ira incontrolada puede, sin embargo, afectar de forma negativa, personal o socialmente a la calidad de vida. Mientras muchos filósofos y escritores han advertido sobre los ataques de ira espontáneos y descontrolados, ha habido desacuerdo sobre el valor intrínseco de la ira. El lidiar con la ira ha sido tratado en los escritos de los más tempranos escritores hasta los de estos tiempos modernos. Los psicólogos modernos, en contraste a los más tempraneros, también han señalado los posibles efectos dañinos de la supresión de la ira. Manifestaciones de ira pueden ser usadas como una estrategia de manipulación mental para influir socialmente.
Lo que me llama primeramente la atención es la cantidad de información, libros y programas que existen sobre el tema, incluso hasta en la televisión se han hecho foros con expertos y víctimas de este nocivo sentimiento; los gobiernos de todos los países también tienen programas de ayuda, pues en “un momento de ira e intenso dolor” una persona puede cometer diversos crímenes, como asesinatos, y muchas de las tragedias causadas por personas desequilibradas y que cargan con una gran ira en sus vidas, tal vez se hubiesen podido evitar si todo el mundo conociese la verdad acerca de la ira y su tratamiento.
Bíblicamente hablando, a Dios le interesa tratar con nuestros sentimientos y en especial con nuestra ira, pues ésta realmente no procede de Él sino del diablo, y así nos lo hace saber en múltiples citas Bíblicas que tú puedes consultar para profundizar en el tema.
Realmente la ira es un problema espiritual del hombre caído y por tanto, todos los intentos de curación y erradicación del mal sólo son remedios paliativos, sólo para intentar mantener apartadas a las víctimas de este mal, en un estado emocional pasivo y controlado, pero que no curan definitivamente y pueden traer como consecuencia una mayor depresión y dependencia de fármacos, lo cual, lejos de ayudar empeora el problema. Recordemos que el diablo esclaviza y trabaja de afuera hacia dentro, desde el exterior hacia nuestro interior, a través de nuestro cuerpo y sentidos (externo), para afectar a nuestra alma (interior) y controlar todo nuestro ser.

Al ser un problema de origen espiritual, la solución tiene que ser igualmente espiritual y sólo Cristo Jesús puede librarnos de ella. Sólo cuando creemos en Él de corazón y confesamos con nuestra boca que Jesús es el Señor, cuando además nos arrepentimos y le abrimos la puerta de nuestro corazón para invitarle a entrar y ser Señor en nuestra vida, sólo entonces es cuando recibimos al Espíritu Santo y nacemos de nuevo, es cuando comienza nuestra regeneración y la obra maestra que Dios realiza en nuestro ser. El trabajo que Dios realiza es contrario al que realiza el diablo y trabaja desde adentro (la fe, el corazón y el espíritu), desde el interior hacia el exterior, hasta transformar nuestra alma y nuestra carne, incluyendo los sentimientos y pensamientos.
Todo lo que vemos en el mundo producto de la ira es obra del diablo y de hombres y mujeres no regenerados que por su ira rompen matrimonios, que maltratan y traumatizan a sus hijos, claman y hacen venganzas, revanchas, crímenes, masacres, resentimientos, odios, guerras,... todo tiene una misma raíz: la ira y sus consecuencias: violencia, agresividad y más ira. Como dice Proverbios 15:1 la blanda respuesta quita la ira, más la palabra áspera hace subir el furor.
La ira es algo que nace y está presente aun en los niños más pequeños y si no prestamos atención a sus problemas cuando son pequeños, mucho menos vamos a poder controlarles cuando son grandes; la ira tiene sus fases, al igual que los humanos, períodos de niñez, de preadolescencia, adolescencia y finalmente, de juventud y madurez.
No permitamos que la ira nos arrebate a nuestros seres queridos y menos que nos aleje del amor y perdón de Dios, ni justifiquemos nuestros actos por la misma ira; si aún crees que la ira te domina, no es porque alguien te provoque, sino porque la ira vive en ti, se alimenta de ti y te debilita.
Antes de hacer o decir algo motivado por la ira, relájate, respira profundamente y visualiza a Jesús que está ahí para ayudarte; observa tu respiración, concéntrate en el amor y la sabiduría de Dios y llénate de pensamientos positivos, perdona y sobre todo aíslate, sepárate, serénate y retírate de la situación que no puedes controlar, y ora. Verás cómo el Espíritu Santo viene raudo en tu ayuda y te fortalece para que vayas recuperando el control sobre la ira. 
Y te llena de poder y de amor para que crezcas en el conocimiento de Dios.

Y que Dios nos ampare en el día de su ira, grande y temible.  

Colosenses 3:8-11 (Nueva Versión Internacional) dice: “Pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno. Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador. En esta nueva naturaleza no hay griego ni judío, circunciso ni incircunciso, culto ni inculto, esclavo ni libre, sino que Cristo es todo y está en todos.”

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