Habitualmente salgo muy temprano a trabajar por la mañana. En realidad, mucho más temprano de lo que sería necesario, a causa de mi problema de vértigo y pánico a los transportes. A esa hora la gente o viene de vuelta o va mucho más temprano de la hora y pico de adelanto que yo hago, por lo que el transporte viene sin apuros y prácticamente vacío.
En nuestra ciudad tenemos, además de los autobuses con motores a combustión, un transporte eléctrico que circula por las calles conectado a su propia línea de energía. Es cómodo, pero el zumbido de su motor sumado a la velocidad que a menudo alcanza, ha sido para mí, unas cuantas veces, motivo suficiente para tener literalmente que “arrojarme” de él envuelto en una crisis de vértigo y pánico.
Días atrás salí de casa algo más tarde de lo habitual. Iba angustiado y rogaba por un transporte en el que pudiera viajar con el menor trauma posible. Pues bien, apareció uno de estos tan temidos transportes eléctricos. En la distancia pude apreciar que venía muy despacio, por lo que me animé a subir en él.
–Agárrese bien porque venimos con problemas de frenos, dijo el conductor…
¡Esa era la razón por la que venía tan lento! Entre una crisis de pánico, lo más parecido a percibir la presencia de la muerte, y la posibilidad de un accidente, ésta última significaba para mí un problema menor, por lo que opté por quedarme en el transporte defectuoso. A pesar del riesgo viajé tranquilo, sin traumas, y de la mano de Dios me bajé sano y salvo aún más cerca del trabajo de lo que habitualmente lo hago.
Esto motivó la presente reflexión. El vértigo y el pánico en realidad no son problemas en sí mismos, sino los síntomas de uno o varios problemas mucho peores, arraigados en lo profundo del alma. Pudor, temor al rechazo y al apartamiento, pero fundamentalmente... un profundo respeto hacia los amados lectores es lo que me lleva a no revelar más detalles sobre esto.
¿Qué hace, entonces, alguien como yo aquí? Quienes tenemos el alto privilegio y, por lo tanto, la tremenda responsabilidad de un ministerio, cualquiera que sea, si somos sinceros delante de Dios y con nosotros mismos, al menos una vez en la vida nos hemos hecho esta pregunta, y seguro que por mucho menos de lo que le pasó a este siervo de Dios y de Udes.
El transporte defectuoso me ayudó a revelar la respuesta. La oportunidad del ministerio me fue ofrecida a mí entre miles, y yo la tomé en el Nombre de Jesús. De la Mano de Dios este “transporte defectuoso” llega a destino y es de bendición para muchos. Esto resulta ser inaudito para los seres humanos, no así para Dios.
"Si algo bueno viste en mí..., eso me lo reveló el Señor. Es Obra Suya y nada más que Suya.
Por ello encuentro eficaz consuelo y fortaleza en Tu Palabra, Amado Señor.
Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
(2 Corintios 12:7-10 RV60)
No hay comentarios:
Publicar un comentario