Lo más inquietante es que, aunque sabemos que Cristo Jesús dio su vida por nosotros, que nos redimió, que nos perdonó y nos salvó, existen momentos de la vida en los que perdemos de vista su sobrenaturalidad, su misericordia y su gracia. Y esto ocurre sencillamente, porque no estamos cimentados sobre la roca como Dios nos enseña en su palabra; si así fuese, cuando atravesásemos por las crisis que nos toca atravesar, no andaríamos por ahí quejándonos y lamentándonos, más bien cobraríamos valor y nos llenaríamos de la confianza y la fuerza que tanto necesitamos y que sólo podemos obtener de la única fuente real y divina que existe: “Jesucristo”.
La prueba más contundente para saber si estoy asumiendo mi rol de ciudadana del reino de los cielos, de hija de Dios, está cuando llegan las crisis; la manera como las afronto me revela la identidad que estoy teniendo: si la de Cristo Jesús o la misma de siempre, la de mi vieja naturaleza.
La palabra de Dios dice que sin fe es imposible agradar a Dios; eso no necesariamente significa que todo el tiempo tengamos que estar sonriendo al estar en Él, pero sí nos enseña Dios, que si queremos agradarle necesitamos fe, y es precisamente la fe la que nos fortalecerá en esos momentos de dificultad. ¿Y cómo obtener fe? “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”, Romanos 10:17; aquí está la clave, es necesario llenarnos de fe todos los días de nuestra vida; es decir, compartir tiempo con Dios, estar en intimidad con Él, leer su palabra, meditar en ella y sumergirnos en su sabiduría; de esta forma, cuando lleguen las crisis tendremos lo necesario para afrontarlas, porque nuestra vida estará cimentada sobre la roca y no sobre la arena, donde las muchas tormentas arrasarían fácilmente nuestra fe, llevándonos a la frustración y a la derrota.
“Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca. Pero el que me oye y no hace lo que yo digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo. ¡Fue un gran desastre!” Mateo 7:24-27 (Dios Habla Hoy).
¿Tienes identidad en Cristo o todavía sigues en las mismas? Cuando estamos en Cristo, somos más que vencedores; cuando estamos en Cristo, las muchas dificultades nos hacen crecer, nos hacen más fuertes, más maduros y más poderosos en su nombre; cuando estamos en Cristo, reconocemos que sin Él nada podemos ser y hacer. Nos queda entonces, humillarnos y rendirnos delante de Él para poder levantarnos y proseguir con su fuerza, porque sólo en Él podemos continuar peleando la buena batalla de la fe.
La única forma de mantenernos firmes sobre la roca es a través de su palabra, no esperemos llenarnos de fe en el momento de las crisis, no, antes de que estás lleguen tenemos que estar preparados. Sin embargo, puede que haya momentos en los que sintamos que no tenemos fuerzas, que ya está todo perdido, que no nos queda una gota de aliento; es ahí cuando nuestra esperanza debe cobrar mayor fuerza en el Señor, porque Él buscará glorificarse; cuanto más difícil sea la situación, mayor será su gloria, su poder y su respaldo. Que el Señor nos provea entonces de esa necesidad de fe que tenemos, de esa necesidad de abandonarnos confiadamente en sus brazos y de guardar siempre la esperanza de que Él está de nuestro lado, que va delante de nosotros y que no permitirá que nada ni nadie nos arrebate de su poderosa mano.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” Romanos 8:28 (Reina Valera 1960).
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