lunes, 17 de junio de 2013

Suplente, no reemplazante - Ánimo en mensaje - Vídeo

familias
Siempre miro con algo de curiosidad a las familias numerosas, cómo se relacionan y lo divertidas que deben ser sus navidades y fiestas de cumpleaños, llenas de invitados alegres y entusiastas. 
Mi familia también es alegre y entusiasta, pero es muy pequeña. Casi no tengo contacto con mis abuelos y tíos, sólo sé que están bien en algún lugar de mi país y otros en el extranjero. Está claro que mis cumpleaños son también muy felices, pero con muy poca gente de familia.

Durante algunos años esta idea de la familia pequeña no me agradó mucho, no tenía primos con quien jugar o conversar, tampoco tíos que me mimaran, ni tampoco abuelos mal criadores; siempre fuimos mi mamá, mi hermana y yo. Sin embargo, ahora esta familia me parece perfecta.

A lo largo de mi vida me fui topando con distintas personas de distintas edades, con las cuales llegaba a estrechar lazos amigables muy profundos. Con algunos hice amistades que hasta el día de hoy considero tremendamente valiosas y se transformaron, incluso, en verdaderos familiares, pese a no compartir el mismo grupo sanguíneo. Estoy segura que como yo, tú también tienes gente cercana, que sin ser parte integrante de tu familia es como si lo fuesen; un amigo que es como un hermano, algún adulto que es como un tío o tía y más de algún viejito, que es como tu abuelo o abuela, que te consiente igual o incluso más de lo que lo haría alguien de tu propia sangre.

Me encanta pensar en que estas personas que aparecen en mi vida, no vienen para reemplazar a las “titulares”, sino que son suplentes que hacen de manera excelente el trabajo que aquellos deberían hacer. No borran la existencia de los “titulares”, pero sí suplen una necesidad de tu corazón y el mío, ocupando los roles que nos hacen más falta. Cierro los ojos y pienso en la infinidad de tíos no oficiales que tengo, en las abuelitas que me aprietan los cachetes y dicen siempre que estoy más delgada; también tengo primos, incluso hermanos, con los cuales me une un lazo invisible pero más potente que millones de genes en común. Estas personas son maravillosas, porque pudiendo escoger ser el suplente de cualquier otro, me escogieron a mí y eso me parece extraordinario. El valor que tiene que alguien te ame, no estando “obligado” al menos socialmente, es un regalo inmenso y motivo de dar gracias con los ojos brillantes y la voz entrecortada.
Me fascina también pensar que estos suplentes fueron puestos por Dios, para suplir todas mis necesidades afectivas. Siendo el mismo Dios, pudiera haber pensado que me bastaba Su amor y nada más, pero Él entendió que también necesitaba manifestaciones más “terrenales” de amor; y a falta de una gran familia unida por lazos consanguíneos, me regaló una familia unida por los lazos del amor, que sin estar “programada” para quererme y aceptarme, lo que es bastante difícil cuando se me conoce bien, lo hace y lo hace muy bien. Es capaz de alegrarse de mis logros con una gran sonrisa y de secar mis lágrimas cuando en verdad lo necesito. Ellos no reemplazan a los familiares con quienes me comunico, porque nadie puede ocupar el lugar de otra persona, pero ellos suplen mi propia necesidad de afecto, a través del cariño y tiempo que me dedican.

Si tú estás tan agradecido como yo de estos suplentes, te animo día a día a honrarles y entregarles lo mejor de ti. Ellos escogieron quererte, escogieron estar disponibles para ti, escógeles tú como motivo de tu oración y gratitud diarias.

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