Jesús nos dijo: “En el mundo tendréis tribulación…”
A lo largo de nuestras vidas experimentamos cualquier tipo de padecimientos, enfermedades, pérdidas, desencantos y algunas injusticias que nos dejan un sabor amargo. En algún momento, puede que hayamos sido acusados injustamente de algo, incluso maltratados sin razón.
Hace un tiempo comencé a sentir molestias en mis manos, a tal punto que a veces no podía ni siquiera moverlas; mi trabajo se desarrollaba mayormente con ordenadores, por lo que en momentos de crisis, teclear me producía un gran dolor. Recuerdo haber visitado, entonces, el consultorio médico laboral debido a este problema; el doctor de turno no fue muy receptivo que digamos, y se "cerró en banda" a la posibilidad de otro diagnostico, previamente elaborado por un especialista, sobre mi condición de ese momento;“estas muy joven para esto”, alegó. Según él, yo debía cumplir con algunos requisitos para asegurar lo que estaba sintiendo.
La situación me parecía frustrante; aunque el especialista me había recomendado descansar, según el doctor de mi institución laboral, yo debía seguir realizando una actividad que físicamente me producía mucho dolor. Me sentía humillada; ¿cómo pudo tomar el doctor tan a la ligera mi caso? ¿Por qué no atendió mis dolencias? ¿Acaso pensó que estaba mintiendo?
Generalmente yo era bastante sana, podría decirse que era la primera vez que pasaba por algo que me limitaba físicamente, y aun siendo la primera vez, sentí que había sido maltratada injustamente. Quizás a usted no le parezca tan mala mi experiencia y podría pensar... “yo estoy pasando por algo mucho peor”; sin embargo, independientemente del nivel de gravedad, confieso que hacía mucho tiempo que no sentía el sabor amargo de la injusticia.
Sabemos que no estamos exentos de padecimientos, el mismo Dios los vivió estando aquí en la tierra, pero aun así, a veces no podemos evitar sentirnos mal, cuando algo a nuestro alrededor sucede de una forma que nos hiere. La pregunta es ¿cómo nos comportamos en ese momento?, ¿confiamos en que a pesar de lo borroso que se perciba la situación, Dios tiene el control? Y si es así, ¿cómo podrá Él desenredar ese nudo que se formó en nuestra vida?. En la Biblia leemos, Esto sé, que Dios esta de mi parte! Salmo 56: 9b.
Tratar de pensar cómo hará Dios para ayudarnos es quizás irrelevante y hasta poco posible. Al fin y al cabo, ¿podemos razonar como El Todopoderoso?; lo importante es recordar que si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Aunque pasemos momentos amargos, El Señor no permite que el justo quede desamparado; a pesar de la situación, confiemos en nuestro padre protector, que va siempre delante de nosotros como poderoso gigante.
Encomienda al Señor tus afanes, y Él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre.
Salmo 55:22 (Nueva Versión Internacional).
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