Los líderes efectivos realizan tareas aparentemente imposibles porque nunca se rinden; nunca se desmoronan. A pesar de la creciente crítica, intensa oposición y aplastantes obstáculos, perseveran con firme determinación; se niegan a tirar la toalla.
A menudo, lo más fácil sería abandonar la lucha y rendirnos; olvidarnos de nuestros sueños y regresar a la comodidad y conveniencia de la mediocridad; ceder ante las palabras de los críticos, claudicar ante la oposición y simplemente, dejarnos dominar por los obstáculos, o sea, meter el rabo entre las patas y huir.
Hay un gran poder personalizado en la perseverancia. La carrera no es siempre ganada por el más rápido, ni por el más fuerte, sino por aquel que continúa avanzando, rehusándose a rendirse. Consideremos el timbre o sello postal: su utilidad estriba en su habilidad para pegarse a una carta o paquete, hasta que llegue a su destino. El corredor de coches, Rick Mears, dijo: “Para terminar en la meta primero, antes tenemos que terminar”.
Siempre es demasiado pronto para rendirnos. Una de las herramientas más poderosas y destructivas que Satanás tiene en su arsenal es el desánimo, la sutil pero peligrosa inclinación a rendirnos, a abandonar, diciéndonos a nosotros mismos: “¿Valdrá la pena?”
Esta reflexión, desde una perspectiva cristiana, nos anima a seguir insistiendo y perseverando hasta el final.
Si bien son muchos los obstáculos que tenemos y tendremos que afrontar a lo largo de la vida, para alcanzar aquello a lo que Dios nos ha llamado, si no los combatimos y perseveramos, habremos vivido por gusto, por nada,… conformándonos con una vida vacía y menos que satisfactoria.
No cabe duda de que necesitamos aferrarnos más que nunca a nuestro Salvador y, haciendo las correcciones que sean necesarias, avanzar hasta la meta que Él nos preparó de antemano, para bendición personal y de aquellos que nos rodean.
Si bien son muchos los obstáculos que tenemos y tendremos que afrontar a lo largo de la vida, para alcanzar aquello a lo que Dios nos ha llamado, si no los combatimos y perseveramos, habremos vivido por gusto, por nada,… conformándonos con una vida vacía y menos que satisfactoria.
No cabe duda de que necesitamos aferrarnos más que nunca a nuestro Salvador y, haciendo las correcciones que sean necesarias, avanzar hasta la meta que Él nos preparó de antemano, para bendición personal y de aquellos que nos rodean.
No hay comentarios:
Publicar un comentario