“¡Qué torpes son ustedes, les dijo, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas!”
Lucas 24:25 (Nueva Versión Internacional).
Después de la crucifixión de Jesús, los discípulos se desanimaron. Ellos esperaban que el Mesías les redimiera del yugo del imperio romano, pero DIOS tenía un plan distinto: redimir al mundo entero del pecado. Al no recibir lo que esperaban, sus corazones se atrofiaron. Sin importarles el testimonio de resurrección que escucharon y las palabras que el mismo Señor les había hablado, decidieron quedarse sin esperanza. La desesperanza ocurre cuando se busca en el lugar equivocado. Como no ocurrió lo que esperaban sus oídos espirituales, se taparon y su vista se nubló. Y al ocurrirles esto, ellos perdieron gozarse plenamente con Jesús en Su resurrección. Igual que muchos creyentes, que escogen no mirar todas las bendiciones a su alrededor cuando no reciben lo que esperan.
El SEÑOR revela en las Escrituras que los pensamientos del creyente no se parecen en tamaño a los suyos, y que Sus caminos son más altos (Isaías 55:9). Por lo que, en muchas ocasiones existirá discrepancia entre el resultado que el creyente espera y lo que DIOS hace. Y esto puede ocasionar que el corazón del creyente se dañe y deje de tener esperanza. No obstante, si no existe esperanza tampoco se tendrá una fe firme.
Si al igual que los discípulos has perdido la esperanza y te es difícil escuchar a Jesús a pesar de tenerle junto a ti, es momento de que te reincorpores al camino y reconozcas todo lo que Jesús ya ha hecho.
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