SóIo he de pasar por este mundo una vez. Todo el bien que pueda hacer, cualquier gesto
de bondad que pueda mostrar a un ser humano, ayúdame a hacerlo ahora y a no
aplazarlo, pues
nunca volveré a pasar por aquí.
La razón de ser de la vida
no es llegar al destino, es el viaje.
No pienses, pues, que tienes que apurarte por
llegar al destino.
Lo que importa es el viaje, a qué dedicas el
tiempo, la influencia que tengas en otros, y lo que aprendas y experimentes por
el camino.
El viaje es también lo que te permite encontrar a Dios y aprender de Él.
En eso consiste la vida, y si no te tomas el
tiempo para conocerle, pasarás por alto el sentido de todo el viaje.
Las cosas no ocurren al azar o por casualidad.
Todo sucede de acuerdo con un plan maravilloso y más profundo de lo que sabes.
Su fuerza se manifiesta a través de la vida,
afecta a tu destino personal y el del
mundo en el que vives.
No te tragues esas mentiras de que todo ocurre
por casualidad, de que no hay propósito ni razón de ser y que no estás llegando a
ninguna parte.
El plan de Dios marcha según lo previsto y
todo ocurre en el momento y lugar precisos, en los que Él sabe que debe
ocurrir.
Todo tiene su razón de ser.
Y tú puedes ser una influencia positiva.
No te preocupes, pues en este viaje estás bajo el cuidado de Dios y Él
te ama.
No hay belleza tan llamativa como la de Dios,
poder tan grande como el Suyo, sentimientos tan estimulantes como los Suyos,
palabras tan ciertas como las Suyas, estabilidad tan resistente como la Suya,
protección tan confiable como la Suya, obsequios tan valiosos como los Suyos y
amor tan perdurable como el Suyo.
Recuerda:
El amor que Él te tiene no puede medirse,
contenerse, explicarse, comprenderse, compararse, ni verse. Acéptalo simplemente como lo que es: El amor más puro y auténtico que habrás de conocer.
Así que no vivas a la carrera ni descuides el
tiempo que te corresponde pasar con El Señor y disfrutando de tu familia y
amigos, o no llegarás a entender, y todo lo que logres y experimentes será en
vano.
Saca el máximo provecho a tu viaje pasando
tiempo con Dios, amándole, buscándole, descubriéndole y ayudando a otros.
Antes
de que te des cuenta habrás llegado a la última estación…
Y Él estará allí esperándote.
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