martes, 21 de mayo de 2013

Clint y John - La historia de una relación entre Dios Padre y nosotros - Vídeo

Me llamo Clint y conocí a John durante un viaje pastoral a un país de África, concretamente a Kenia. Realmente hermoso este país. Este John era, y es, un personaje realmente pintoresco. Tenía muchísimas experiencias en su vida. Por suerte vivió mucho. Había, no obstante, algo en él que me intrigaba. Algo ocultaba que recientemente le sucedió. Me hice amigo de él a sabiendas que mi intención inicial era saber qué era lo que guardaba para sí. Era un secreto solamente compartido con Dios. Con nadie más. Pretendí, entonces, que adquiriendo confianza, poco a poco, me contara aquello guardado en su corazón. Los dos éramos ministros de la Iglesia Evangélica Bautista, y no tardé mucho en que nuestra confianza mutua hiciera viable que me contara qué le sucedió.
Resulta que un día había quedado con su hijo al cual no veía desde hacía bastante tiempo. Él contaba, ya, con 23 años. Era mayor de edad por consiguiente. Y también era mayor de edad cuando tres años antes participó en la demanda civil en la que figuraba como testigo contra su padre, contra John. No solamente eso, sino que una vez que la parte demandante perdió el juicio por mentirosos, abusadores y por la falta absoluta de pruebas, recurrieron la sentencia. ¡¡¡Sin comentarios!!! Naturalmente, John, ganó el juicio, amén de por la total falta de pruebas, porque en el mismo declaró que no sentía ningún miedo ya que su mejor amigo, Dios, estaba con él. Y además tenía junto a él la Biblia, la palabra de Dios. Al decir esto se acabó el juicio y lo ganó. Decía que, como consecuencia de todo, la relación con su hijo quedó rota. No existía, entonces, comunión ninguna entre los dos. Igual que como cuando pecamos nos apartamos de Dios. Entonces se produce un cortocircuito en nuestra comunión con Él. Hasta que reconocemos nuestro error y le pedimos perdón sentidamente. Esa era su pretensión con su hijo aquel día que quería hablar con él. Pero ya desde el principio quedó claro que iba a ser imposible porque su hijo, no solamente no reconoció su equívoco sino que lo único que pretendía era hacer culpable a su padre de su toma de decisiones. Decía cosas como que era totalmente imperdonable su actitud, etc. ¡¡¡Uff!!! Difícil solución tiene esto, se dijo John, que quiso aprovechar el tiempo, apartándose de su intención inicial de arreglo, para hacer lo posible para que su hijo se acercara cuanto menos a Dios. Otra misión nada posible en ese momento, más si cabe cuando su hijo calificó eso de “paparruchas e inutilidades”. John aguantó lo inimaginable. En consecuencia, la reunión acabó como antes de empezar. Sin solución ni visos de arreglo, salvo cuando Dios lo considere oportuno.
Estaba sufriendo lo indecible. Era algo insufrible recordar todo lo que pasó, cuando John reparó en: “Cuando no puedas sobrellevar tu carga cuéntaselo a Dios y Él te ayudará”. Y eso hizo entonces. Humildemente le contó a Dios lo que le había pasado, que no podía más, que necesitaba su ayuda y que delegaba en Él, delegaba en su poder, para que cuando lo considerase oportuno solventara el problema. Y eso fue el mayor acierto que cometió ese día. Fue lo más indicado y lo que constantemente leemos bíblicamente: “Dios siempre estará contigo. Cuando con fe le pidamos ayuda y le digamos "Dios, te necesito", Él siempre estará presto para ayudarnos, para ayudar a sus hijos”.

Y la historia continúa:

Dios estaba caminando con él. Humildemente le contó a Dios lo que le había pasado, que no podía más, que necesitaba su ayuda y que delegaba totalmente en Él. 
Con Él estaba y...Él le tendió su brazo por el cuello como su mejor amigo, cual ayuda divina le abrazó, y una gran paz interior le acogió. Había sentido, inicialmente, la enorme pena de la ruptura de comunicación con su hijo, tal como cuando pecamos nos apartamos de Dios, pero por contra había encontrado en el Señor a Su padre. ¡No!, no nos equivoquemos, Él siempre está ahí y sólo espera, que con fe absoluta en Él, le pidamos perdón por nuestras afrentas, que le digamos que le necesitamos, que no somos nada sin Él, sin su ayuda. Que le amamos.

Y un día, mucho antes de que esto sucediera, John me había confesado su firme respuesta ante una pregunta que le hicieron, tal como: -"Tengo dos noticias para ti, una buena y otra mala, ¿cuál quieres primero?"
Y él, según me dijo, siempre decía lo mismo: dime primero la mala y luego la buena. Así siempre me queda el buen regusto, el buen sabor de la buena. Ésta, siempre al final.

Pues como está escrito en la Biblia en Apocalipsis cap. 22, (La venida de Cristo está cerca), vers. 6-7: "Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro"

Con todo ello, John había ganado porque, además, descubrió otra cosa: Descubrió, al fin, que esa era para él la buena nueva, cuál era su propósito en esta vida, para qué estaba en este mundo, y que su sitio en él debería ser en un lugar desde donde pudiese desempeñar la misión que para él le tenía encomendada el Señor, y no otro. Y así se iba a quedar en aquel lugar, así me lo confesó, y así os lo digo a vosotros.

Conseguí que me lo contara y ahora doy gracias a Dios por ello, y os lo cuento a vosotros.
Espero y confío que os sirva.
En fe, amor y esperanza,
Bendiciones a todos



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