Resulta que un día había quedado con su hijo al cual no veía desde
hacía bastante tiempo. Él contaba, ya, con 23 años. Era mayor de edad por
consiguiente. Y también era mayor de edad cuando tres años antes participó en
la demanda civil en la que figuraba como testigo contra su padre, contra John.
No solamente eso, sino que una vez que la parte demandante perdió el juicio
por mentirosos, abusadores y por la falta absoluta de pruebas, recurrieron la
sentencia. ¡¡¡Sin comentarios!!! Naturalmente, John, ganó el juicio, amén de
por la total falta de pruebas, porque en el mismo declaró que no sentía ningún
miedo ya que su mejor amigo, Dios, estaba con él. Y además tenía junto a él la Biblia , la palabra de Dios.
Al decir esto se acabó el juicio y lo ganó. Decía que, como consecuencia de
todo, la relación con su hijo quedó rota. No existía, entonces, comunión
ninguna entre los dos. Igual que como cuando pecamos nos apartamos de Dios. Entonces
se produce un cortocircuito en nuestra comunión con Él. Hasta que reconocemos
nuestro error y le pedimos perdón sentidamente. Esa era su pretensión con su
hijo aquel día que quería hablar con él. Pero ya desde el principio quedó claro
que iba a ser imposible porque su hijo, no solamente no reconoció su equívoco
sino que lo único que pretendía era hacer culpable a su padre de su toma de
decisiones. Decía cosas como que era totalmente imperdonable su actitud, etc.
¡¡¡Uff!!! Difícil solución tiene esto, se dijo John, que quiso aprovechar el
tiempo, apartándose de su intención inicial de arreglo, para hacer lo posible
para que su hijo se acercara cuanto menos a Dios. Otra misión nada posible en
ese momento, más si cabe cuando su hijo calificó eso de “paparruchas e
inutilidades”. John aguantó lo inimaginable. En consecuencia, la reunión acabó
como antes de empezar. Sin solución ni visos de arreglo, salvo cuando Dios lo
considere oportuno.
Estaba
sufriendo lo indecible. Era algo insufrible recordar todo lo que pasó, cuando
John reparó en: “Cuando no puedas sobrellevar tu carga cuéntaselo a Dios y Él
te ayudará”. Y eso hizo entonces. Humildemente le contó a Dios lo que le había
pasado, que no podía más, que necesitaba su ayuda y que delegaba en Él,
delegaba en su poder, para que cuando lo considerase oportuno solventara el
problema. Y eso fue el mayor acierto que cometió ese día. Fue lo más indicado y
lo que constantemente leemos bíblicamente: “Dios siempre estará contigo. Cuando
con fe le pidamos ayuda y le digamos "Dios, te necesito", Él siempre estará
presto para ayudarnos, para ayudar a sus hijos”.
Y la historia continúa:
Dios estaba caminando con él. Humildemente le
contó a Dios lo que le había pasado, que no podía más, que necesitaba su ayuda
y que delegaba totalmente en Él.
Con Él estaba y...Él le tendió su brazo por el cuello como su mejor amigo, cual ayuda divina le abrazó, y una gran paz interior le acogió. Había sentido, inicialmente, la enorme pena de la ruptura de comunicación con su hijo, tal como cuando pecamos nos apartamos de Dios, pero por contra había encontrado en el Señor a Su padre. ¡No!, no nos equivoquemos, Él siempre está ahí y sólo espera, que con fe absoluta en Él, le pidamos perdón por nuestras afrentas, que le digamos que le necesitamos, que no somos nada sin Él, sin su ayuda. Que le amamos.
Y un día, mucho antes de que esto sucediera, John me había confesado su firme respuesta ante una pregunta que le hicieron, tal como: -"Tengo dos noticias para ti, una buena y otra mala, ¿cuál quieres primero?"
Y él, según me dijo, siempre decía lo mismo: dime primero la mala y luego la buena. Así siempre me queda el buen regusto, el buen sabor de la buena. Ésta, siempre al final.
Pues como está escrito enla Biblia en Apocalipsis cap. 22, (La
venida de Cristo está cerca), vers. 6-7: "Estas palabras son fieles y
verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su
ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro"
Con todo ello, John había ganado porque, además, descubrió otra cosa: Descubrió, al fin, que esa era para él la buena nueva, cuál era su propósito en esta vida, para qué estaba en este mundo, y que su sitio en él debería ser en un lugar desde donde pudiese desempeñar la misión que para él le tenía encomendada el Señor, y no otro. Y así se iba a quedar en aquel lugar, así me lo confesó, y así os lo digo a vosotros.
Con Él estaba y...Él le tendió su brazo por el cuello como su mejor amigo, cual ayuda divina le abrazó, y una gran paz interior le acogió. Había sentido, inicialmente, la enorme pena de la ruptura de comunicación con su hijo, tal como cuando pecamos nos apartamos de Dios, pero por contra había encontrado en el Señor a Su padre. ¡No!, no nos equivoquemos, Él siempre está ahí y sólo espera, que con fe absoluta en Él, le pidamos perdón por nuestras afrentas, que le digamos que le necesitamos, que no somos nada sin Él, sin su ayuda. Que le amamos.
Y un día, mucho antes de que esto sucediera, John me había confesado su firme respuesta ante una pregunta que le hicieron, tal como: -"Tengo dos noticias para ti, una buena y otra mala, ¿cuál quieres primero?"
Y él, según me dijo, siempre decía lo mismo: dime primero la mala y luego la buena. Así siempre me queda el buen regusto, el buen sabor de la buena. Ésta, siempre al final.
Pues como está escrito en
¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro"
Con todo ello, John había ganado porque, además, descubrió otra cosa: Descubrió, al fin, que esa era para él la buena nueva, cuál era su propósito en esta vida, para qué estaba en este mundo, y que su sitio en él debería ser en un lugar desde donde pudiese desempeñar la misión que para él le tenía encomendada el Señor, y no otro. Y así se iba a quedar en aquel lugar, así me lo confesó, y así os lo digo a vosotros.
Conseguí que me lo contara y ahora doy gracias a Dios por ello, y os lo cuento a vosotros.
Espero y confío que os sirva.
En fe, amor y esperanza,Bendiciones a todos
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