Un equipo de investigadores que estudió 1.558 personas mayores, ha relatado que las más alegres eran precisamente las menos frágiles.
Los estudios consideraban que las emociones positivas pueden afectar directamente la salud, alterando el equilibrio físico del cuerpo.
En su último libro, “Exuberancia: La Pasión por la Vida”, Kay R. Jamison celebra el “regalo de la exuberancia”, y en él describe cómo es la fuerza propulsora de la creatividad, el liderazgo y de la propia supervivencia.
“La exuberancia nos lleva a pensar y actuar de forma ligeramente distinta de la usual, nos lleva a correr riesgos, tolerar sufrimientos y reveses, que seríamos incapaces de afrontar”, escribe Jamison.
“Ella nos posibilita o nos regala optimismo, para creer en el futuro y en las posibilidades e importancia de aquello que somos y que hacemos; nos obliga a penetrar en la gran arena de la vida.”
Entonces, para qué perder minutos preciosos en la vida dejando de ser alegres. Si ya de por sí la vida es corta, vivámosla con alegría y recordemos que la única fuente de la verdadera alegría es el Señor. Nos volveremos a Él y la vida tendrá otro matiz.
Y en el día de vuestra alegría, y en vuestras solemnidades, y en los principios de vuestros meses, tocaréis las trompetas sobre vuestros holocaustos, y sobre los sacrificios de paz, y os serán por memoria delante de vuestro Dios. Yo El Señor vuestro Dios. Números 10:10
Alabanza y magnificencia delante de él; Poder y alegría en su morada. 1 Crónicas 16:27
Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos. Esdras 3:13
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