Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?
Lucas 17:17
Diez fueron los leprosos que pidieron y suplicaron la ayuda de Jesús para sanar, pero solamente uno el que se volvió a Él para agradecerle lo que hizo por ellos; los otros nueve, felices por el acontecimiento, se fueron e incluso las gracias se olvidaron de darle por lo que hizo por ellos.
El agradecimiento se lleva en los corazones de quienes saben tener presente no sólo la obra en sí, también quien la realiza. La mayoría de las veces nos acercamos a Dios pidiéndole algo, porque sabemos que Él puede ayudarnos sea cual sea la situación, pero al recibir una respuesta nos vamos, como esos nueve leprosos que narra la Biblia, faltos de agradecimiento.
Si algo debe haber en nosotros es gratitud por todo lo que Dios ha hecho. A veces estamos tan contentos con lo que tenemos, que olvidamos que todo se lo debemos a Él; Dios quiere estar con nosotros en las necesidades, pero también cuando celebramos las victorias.
Aquel leproso que regresó a darle las gracias a Dios, marcó la diferencia entre los demás; en su corazón había una enorme alegría, pero también una gratitud hacia Dios. Todos se olvidaron de quién fue el que realizó el milagro, pero él se volvió a Jesús al verse limpio de su enfermedad y le dio a Dios la gloria y el reconocimiento. ¿Cómo actuamos cuando recibimos una bendición?¿Como los nueve que salieron a festejar olvidando ser agradecidos?, ¿o como aquel hombre que volvió a celebrar la sanidad con quien se la dio?
De la misma manera que actuamos, con el corazón humilde que mostramos a Dios cuando tenemos algo que pedirle, así quiere Él que nos acerquemos cuando nos responde; el agradecimiento es un valor que se ejerce cuando una persona expresa aprecio y reconocimiento hacia quien le prestó su ayuda, y todos tenemos algo que agradecer a Dios, por lo menos una cosa realmente importante merece ser recordada todos los días. Si piensas en algo que Dios ha hecho por ti, te darás cuenta que las gracias nunca serán suficientes por lo que ha hecho en tu vida.
Disfruta tus bendiciones pero no olvides la mano que te ayudó a alcanzarlas, reconoce que no serías nada, que no tendrías nada si no fuera por Dios. Por más inteligencia, dinero o poder que alguien pueda tener, si no es por Dios nada le puede hacer conseguir el objetivo.
Celebra tus triunfos y victorias con Aquel que ha dado todo para ti y para ayudarte a lograr el objetivo, pues lo que tienes hoy no ha llegado solo; si recibiéramos conforme a lo que merecemos, tal vez no tendríamos mucho, pero todo lo que tenemos es por la gracia y el amor de Dios.
Que este sea un día para agradecer lo mucho que, sin merecer, hemos recibido, que podamos ser como el único de los diez leprosos que se volvió para dar gloria a Dios por sus hechos maravillosos y no como los nueve que le olvidaron y se fueron; nosotros no estamos en una situación como la suya, pero sí estamos en deuda con Dios, porque también en nuestra vida se ha manifestado en alguna necesidad.
Así como no olvidamos lo bueno que nos pasa, no olvidemos tampoco quién hace que nos sucedan todas esas cosas; así como no pasamos por alto lo bendecidos que somos, no olvidemos tampoco la mano que nos da cada una de nuestras bendiciones. A Dios le debemos todo. ¡A Dios sea la gloria!
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