lunes, 22 de abril de 2013

Cuestión de Confianza - Ánimo en mensaje

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Cuenta esta historia acerca de un campesino que, de regreso de hacer compras en la gran ciudad,  se dirigía a su casa a caballo. Mientras cabalgaba, presentía el gozo que iban a experimentar su esposa y sus hijos, cuando vieran los regalos que les llevaba dentro de una gran maleta.

Las horas pasaron, vino la oscuridad, y con ella se desató una severa tormenta, que empapó y a la vez puso muy molesto al viajero. “¿Pero por qué tiene que sucederme esto precisamente a mí?” …  clamaba  el hombre con coraje e impotencia.

Estaba así, deprimido y quejumbroso, por lo que en ese momento calificaba de mala suerte, cuando desde unos arbustos le salió al paso, revólver en mano, un ladrón. Pálido de terror y completamente ofuscado, el campesino sólo alcanzó a oír el ¡click! del arma, pero no hubo disparo. Algo sucedía…. Entonces, aprovechando el leve desconcierto del ladrón, el campesino espoleó a su caballo, y huyó en precipitado galope, poniéndose fuera del alcance del atacante.

Una vez a salvo y ya calmado, pensó: “¡Qué necio he sido; me quejaba de que la lluvia estaba arruinando mi viaje, y sin embargo, gracias precisamente a esa lluvia, la pólvora del arma se humedeció, y el disparo del ladrón nunca se hizo; caso contrario, a estas alturas los míos estarían llorando mi muerte… ¡Bendita seas, lluvia querida!” 

Queridos hermanos, lectores y amigos: ¡Cuántas veces nuestros lamentos se volverían alabanzas,  si pudiéramos ver que tras ciertos contratiempos se esconde una bendición! Por eso, los que decimos confiar en Dios, no deberíamos angustiarnos por los sinsabores de la vida. Nuestra fe debe descansar en las promesas que Dios ha hecho para nosotros. Pues ÉL es lo suficientemente poderoso para convertir nuestras derrotas en victorias.

El salmista, declaró: ”El Señor es tu guardador; El Señor es tu sombra, tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. El Señor te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. Él guardará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre. (Sal.  121: 5-8)

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