“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad “ 3 Juan 1.2-3
El camino en la vida muchas veces es demasiado sinuoso, ya que se presentan situaciones que no están contempladas en nuestro plan. En la palabra de Dios existen solamente dos caminos:
1) el de maldición (el de la mentira),
2) el camino de bendición (el de la verdad).
Por lo tanto, de uno es la decisión sobre cuál elegir; sin duda que todos deseamos ser bendecidos en todo, aunque no conozcamos de las cosas de Dios, y al hablar de bendición, inmediatamente somos transportados por la mente hacia las cosas materiales, ya que se considera que son las que tienen valor aquí, en esta vida; ya lo dice un conocido refrán en el mundo (tanto tienes, tanto vales), sin embargo, el caminar en la verdad implica llevar una vida de rectitud, de integridad en todos los sentidos, ser respetuoso de los valores morales y con todas las personas, ser una persona servicial, atento, dadivoso, etc.
El apóstol Juan expresa un gran anhelo que proviene del fondo de su corazón "QUE SEAS PROSPERADO EN TODAS LAS COSAS Y QUE TENGAS SALUD". En verdad un hermoso deseo, que sólo aquel que camina en integridad puede manifestarle a otro. La única condición que existe o que manifiesta el apóstol es: tal y como prospera tu alma; aquí es donde comienza el caminar en la verdad.
Cuando miramos en nuestro interior (en el alma) y hacemos un estudio de la misma para saber si es libre o está prisionera (de malos recuerdos, de resentimientos, rencores, dolor, sufrimiento, etc.), el hombre que aún no ha perdonado, sigue atado a un pasado o a algún recuerdo, que por ser doloroso no le permite ser libre; por lo tanto, camina en la mentira, ya que un alma atormentada no puede vivir ni conoce la paz que sólo nuestro Señor Jesús nos da, esa paz que sobrepasa todo entendimiento humano, una paz que sólo la pueden sentir aquellos que viven en una libertad plena, no solo física, sino más bien espiritual.
Puede que en tu vida te hayas encontrado con personas que “viven o son felices”. Sin embargo, resulta que solamente viven así aparentemente, ya que en la intimidad resulta que esa aparente felicidad se ha esfumado y aflora su verdadera realidad, que no es otra cosa que la tristeza que llevan en su interior y que tratan de disfrazar con poses o con cosas vanas; vemos entonces que esa persona se encuentra realmente enferma, aunque físicamente presente una salud inquebrantable, porque la enfermedad que presenta no está en el exterior, no, sino que se encuentra en su interior y le está corroyendo el alma; viene siendo como el cáncer, que cada día avanza más y más.
Un alma atormentada jamás podrá ser prosperada, porque la prosperidad no se limita a lo material; una persona podrá tener toda la riqueza del mundo, pero si su interior está vacío, es pobre; es más, está en un estado miserable, y un miserable qué puede ofrecer si no tiene nada para dar, más bien está necesitado de que le den.
La libertad tiene un precio muy alto, que muchas veces hay que pagar; esto es la libertad física, pero la espiritual ya fue pagada hace aproximadamente 2000 años y fue a precio de sangre; hubo un inocente de toda culpa que se ofreció como ofrenda, que no escatimó ni dudó en darse a sí mismo, con un solo objetivo, con un solo anhelo, ¿sabes cuál fue?: nada menos que tú y yo y toda la humanidad, para que vivamos felices, seamos prosperados, y seamos libres de toda atadura, de todo grillete que nos impide caminar, para que tengamos sanidad y prosperidad en todas las áreas (en lo físico, en lo financiero, en lo espiritual, en lo social, en lo familiar, en lo matrimonial).
Hoy tienes que cambiar tu manera de pensar, tienes que procurar ser distinto de como eras anteriormente, cambiar tus viejas vestiduras y emprender una nueva forma de vivir, porque algo maravilloso te espera más adelante, ¿lo crees? Si es así, entonces avanza porque tienes todavía mucho por hacer, por lograr, empezando por ti mismo.
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad
2 Corintios 3.17
Abre las puertas de tu corazón y deja entrar al Espíritu del Señor, para que te llene de una unción fresca y saborees día tras día, momento a momento de su gozo, que es la LIBERTAD QUE SÓLO ÉL TE PUEDE DAR. AMÉN
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