sábado, 9 de marzo de 2013

Vivir No Duele - Reflexiones

Crecimiento
Definitivo, como todo lo que es simple. Nuestro dolor no viene de las cosas vividas, sino de las cosas que fueron soñadas y no se cumplieron.
¿Por qué sufrimos tanto por amor? Lo correcto sería que la gente no sufriera. Deberíamos solamente agradecer a Dios por haber conocido una persona tan linda, que generó en nosotros un sentimiento intenso y que nos hizo compañía durante un tiempo razonable, un tiempo feliz.
¿Por qué sufrimos? Porque automáticamente olvidamos lo que fue disfrutado y comenzamos a sufrir por nuestros proyectos irrealizados, por todas las ciudades que nos hubiera gustado conocer al lado de nuestro amor y no conocimos, por todos los hijos que nos hubiera gustado tener juntos y no tuvimos, por todos los espectáculos, libros y silencios que nos hubiera gustado haber compartido y no compartimos.  Por todos los besos cancelados, por la eternidad juntos, etc.
Sufrimos, no porque nuestro trabajo sea estresante y mal pagado, sino por todas las horas libres que dejamos de tener para ir al cine, para conversar con un amigo, para nadar, para enamorar.
Sufrimos, no porque nuestra madre sea impaciente con nosotros, sino por todos los momentos en que podríamos estar comunicándonos con ella, contándole nuestras más profundas angustias y ella estuviese interesada en comprendernos.
Sufrimos, no porque nuestro equipo perdió, sino por la euforia perdida.
Sufrimos no porque envejecemos, sino porque el futuro nos está siendo confiscado, impidiendo así que mil aventuras nos sucedan, todas aquellas con las cuales soñamos y nunca llegaremos a tenerlas.
¿Cómo aliviar el dolor de lo que no fue vivido?
La respuesta es simple como un verso:
Cada día que vivo, me convenzo más de que lo despreciable de la vida está en el amor que no damos, en las fuerzas que no usamos, en la prudencia egoísta que nada arriesga, y que, escudándose en el sufrimiento, hace perder también la felicidad.
El dolor es inevitable.  El sufrimiento es opcional.
Carlos Drummond de Andrade
El autor de esta reflexión hace una genuina introspección a la dinámica del dolor y el sufrimiento resultante. Concluye con que el problema nuestro no es tanto el dolor que las circunstancias nos provocan, sino más bien el impacto que estas circunstancias tienen sobre nuestros planes y sueños… lo cual no sólo tiene lógica, sino que vierte mucha luz sobre la forma en que reaccionamos ante la adversidad.  Esto nos debería guiar a desarrollar una actitud de contentamiento para con Dios y con la vida que Él nos ha permitido vivir.
Sí, vivamos intensamente cada día y sepamos agradecerle al Señor por cada bendición disfrutada, aún cuando sea de corta duración. Hagámoslo y permitamos que sea Él quien llene nuestros corazones de santa expectativa para nuestros mañanas.

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