Algunas personas decían que él nunca debió haber llegado a los ocho meses. Otros, que este querido niño no debió haber nacido, o que debieron haberle dejado morir después de que nació.
¿Por qué diría alguien algo así? Por una sencilla razón: Dylan tenía el síndrome de Down. Aunque no fue su culpa ni la de sus padres, mi sobrino nieto tiene un cromosoma de más, y va a tener que afrontar duramente las dificultades extras en su vida.
Pero ¿no es su vida tan valiosa como la de un bebé enfermo sin el cromosoma de más? ¿No somos todos de igual valor a los ojos de nuestro Creador? ¿No somos todos de alguna manera deficientes?
Nuestra falta de perfección debería recordarnos que nadie tiene derecho a juzgar la valía de otro.
Nuestras imperfecciones son oportunidades para que Dios obre en nuestra vida. Eso fue lo que Jesús dijo a sus discípulos, cuando ellos le preguntaron por qué un hombre había nacido ciego. Dijo que sucedió para que las obras de Dios se manifiesten en él. Juan 9.3
Dios obrará en la vida de Dylan. Para eso está aquí… como todos nosotros
Si Dios no tuviera un propósito para nosotros, no estaríamos aquí.
Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él. Juan 9:3
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