domingo, 17 de marzo de 2013

La Noche Más Larga - Familia

Era un 6 de mayo como cualquier otro y mi esposa iba tranquila a su cita de control; tenía 6 meses y medio de embarazo. Se hallaba relajada y contenta. No sospechaba que segundos después de atravesar la puerta del consultorio, su ginecóloga le diagnosticaría una severa eclampsia y ordenaría su hospitalización inmediata.
Toda aquella noche entraban y salían enfermeras del cuarto con medicamentos para mi esposa, y monitoreando los latidos del bebé. La situación era desesperante… no había mejoría.  La angustia de mi esposa tampoco ayudaba a su condición. El Señor nos trajo aliento aquella madrugada, en medio de la oscuridad del cuarto, por medio de un sencillo cántico que entonamos con cierto temor: “…cuando pases por los ríos, estos no te anegarán, aunque pases por el fuego, no te quemarás…”.  Esa noche no dormimos y al llegar la mañana, la doctora me dijo en privado que iban a tratar de salvar a mi esposa, pero que la vida de Andrea Sofía podría llegar a su fin tras tantas semanas en el vientre de su madre.
Los médicos esperaban lo peor, por lo que se me impidió entrar al quirófano. Mi esposa y yo habíamos soñado estar juntos en el momento del alumbramiento, pero en ese momento ella se sintió más sola que nunca. La doctora nos contó que la presión de mi esposa subió tanto que esperaron lo peor. Sin embargo, al sacar al bebé se dieron cuenta de que estaba viva, si bien delicada por la falta de desarrollo de sus pulmones.
Corrimos con Andrea Sofía para el Hospital del Niño por recomendación del especialista. La niña podría estar internada indefinidamente, mientras que mi esposa permanecería en cuidados intensivos durante 7 días por causa de su alta presión y de que sus pulmones se habían llenado de agua.  ¿Cuánto más podríamos soportar y resistir en tan breve tiempo de casados?  ¡Pero Dios se reservaba como siempre la última palabra!
Mi hija permaneció 41 días en el hospital.  Como mi esposa se recuperaba lentamente, yo dividía mis días entre mi esposa, mi bebé y el trabajo. Experimentamos milagro tras milagro en Andrea Sofía, pues a pesar de ser puesta con frecuencia en ayunas, Dios le envió maná del cielo y continuó aumentando de peso…, ¡algo vital para un bebé prematuro!  A pesar de sus pulmones inmaduros y de su dependencia de oxígeno en ese tiempo, Dios usó al médico de turno para ayudarla a independizarse rápidamente del tanque de oxígeno y de todos los demás aparatos. Finalmente, al dejar el hospital, Andrea Sofía sólo evidenció unas lesiones leves en sus pulmones de las cuales se ha ido recuperando satisfactoriamente.
Tras su salida del hospital, hemos recorrido un camino lleno de mucho trabajo, con frecuentes visitas a diferentes médicos, muchos exámenes y terapias. Pero en todo eso, Dios ha estado con nosotros y nos ha dado la fuerza, la sabiduría y sobre todo… ¡la victoria!  Este pasado 7 de mayo celebramos un año, del mayor milagro que el Señor ha hecho en nuestras vidas hasta ahora, llenos de emoción y agradecimiento junto a nuestra hermosa bebé: ¡sana y hermosa para Su gloria!

Esta historia es en realidad un testimonio a la fidelidad de Dios, en medio de las circunstancias más aterradoras que una joven pareja pueda experimentar al inicio de su travesía matrimonial. Y en cierta manera, muchos estarán de acuerdo en que las pruebas siempre parecen llegarnos cuando estamos menos preparados para afrontarlas, cuando estamos cansados, cuando nos sentimos derrotados o simplemente cuando nos sentimos desorientados. Pero aunque las circunstancias no parezcan ser las mejores… Dios siempre está allí para nosotros.  Sí, la historia tiene un final hermoso… pero lo mejor sigue estando por delante, porque como descubriese el escritor bíblico, “las misericordias de Dios son nuevas cada mañana”. Separemos un tiempito este fin de semana para congregarnos y adorar juntos al Señor… A fin de cuentas, cuando las pruebas llegan, sólo Él tendrá palabras de vida eterna y verdaderas soluciones.

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