Desafortunadamente, la iglesia, con su playa de aparcamientos de insuficiente tamaño, había ocupado toda la superficie posible del terreno, excepto la montaña contra la que había sido construida. Para poder construir más estacionamientos, tendrían que sacar la montaña fuera de su patio trasero. Sin amilanarse, el pastor anunció el siguiente domingo por la mañana, que se reuniría esa noche con todos los miembros que tuviesen una “fe que mueve montañas”. Ellos celebrarían una sesión de oración pidiéndole a Dios que removiese la montaña de su patio trasero y, que de alguna manera, proveyese suficiente dinero para pavimentarlo y pintarlo antes de la fecha del culto de inauguración, la semana siguiente.
Al tiempo señalado de antemano, 24 de los 300 miembros de la congregación se reunión para orar. Oraron durante casi tres horas. A las diez de la noche el pastor pronunció el “amén” final. “Celebraremos el culto de inauguración el próximo domingo tal y como está programado”, les aseguró a todos. “Dios nunca nos ha fallado antes y estoy seguro de que será fiel en esta ocasión también”.
A la mañana siguiente, mientras trabajaba en su estudio, oyó un fuerte golpeteo en su puerta. Cuando gritó: “entre”, un capataz, de aspecto rudo, apareció quitándose el casco al entrar. “Perdóneme, Reverendo. Soy de la Compañía de Construcción Acme del condado aledaño. Estamos construyendo un enorme centro comercial allí y necesitamos algo de tierra para relleno. ¿Podría usted vendernos un pedazo de esa montaña de detrás de su iglesia? Le pagaremos por la tierra que removamos y le pavimentaremos el área desocupada a coste nuestro, si la podemos tener de una vez. No podemos hacer nada más hasta que rellenemos con tierra y le permitamos asentarse”.
Aquella pequeña iglesia dedicó el culto del siguiente domingo de acuerdo al plan original, y ¡hubo muchísimos más miembros con “fe que mueve montañas” en el domingo inaugural, que los que había habido la semana anterior!
¿Nos hubiéramos nosotros presentado para aquella reunión de oración? Alguna gente dice que la fe viene de los milagros. ¡Pero otros saben que los milagros vienen por la fe!
–¡Mujer, qué grande es tu fe! –contestó Jesús–. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija. Mateo 15:28
Porque ustedes tienen tan poca fe, les respondió. Les aseguro que si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: Trasládate de aquí para allá y se trasladará. Mateo 17:20
Porque ustedes tienen tan poca fe, les respondió. Les aseguro que si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: Trasládate de aquí para allá y se trasladará. Mateo 17:20
Les aseguro que si tienen fe y no dudan, les respondió Jesús, no sólo harán lo que he hecho con la higuera, sino que podrán decirle a este monte: ¡Quítate de ahí y tírate al mar, será hecho! Mateo 21:21
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