Cuando llueve todo es un caos, me pongo nostálgico y melancólico, se alborotan las goteras, es casi una odisea llegar a tiempo a algún compromiso, todo se retrasa, hay inundaciones, la gente se altera al conducir, hay accidentes automovilísticos en cualquier parte donde uno se meta, y eso sin mencionar el atasco descomunal que se forma en las calles y avenidas principales de mi querida ciudad.
Como todo en este mundo cambia, he decidido ser positivo y tratar de no dejarme llevar por las circunstancias, y por ende, he vuelto a disfrutar de la lluvia, o al menos eso intento, ya que puedo considerarlo el momento perfecto para relajarme y acostarme para ver mi serie favorita. Como la temperatura baja, puedo aprovechar el clima para utilizar mis abrigos favoritos y, en vez de sentirme nostálgico, puedo llegar a expresar un poco más amor del usual.
Si cada vez que llueve eres de los que dicen “el día está feo”, recuerda que la lluvia es una bendición, y en realidad todo depende de la perspectiva que tengamos de las cosas… y nuestra actitud frente a la vida.
Esta reflexión, que haya eco en la experiencia de muchos de nosotros, nos anima a considerar que siempre podemos optar por reconocer la bendición de una circunstancia, por encima del dolor de cabeza que nos puede ocasionar inicialmente. Porque somos dados a enfocarnos en lo negativo de cada situación, probablemente porque no se ajusta a nuestros planes del momento, sin darnos cuenta de que los planes y pensamientos de Dios para nosotros son muchísimo mejores.
Si tan sólo pudiéramos levantar la mirada más allá de nuestras circunstancias, veríamos que el Señor cumple Su promesa de estar siempre con nosotros… y eso implicaría siempre bendición.
Adelante y que Dios les continúe bendiciendo.
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