Aunque la higuera no dé renuevos,
ni haya frutos en las vides;
aunque falle la cosecha del olivo,
y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el aprisco no haya ovejas,
ni ganado alguno en los establos;
aun así, yo me regocijaré en el Señor,
¡me alegraré en Dios, mi libertador!
ni haya frutos en las vides;
aunque falle la cosecha del olivo,
y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el aprisco no haya ovejas,
ni ganado alguno en los establos;
aun así, yo me regocijaré en el Señor,
¡me alegraré en Dios, mi libertador!
El Señor omnipotente es mi fuerza;
da a mis pies la ligereza de una gacela
y me hace caminar por las alturas.
da a mis pies la ligereza de una gacela
y me hace caminar por las alturas.
Habacuc 3:17-19
Nueva Versión Internacional (NVI)
Es increíble la forma de identificarse con este Libro de La Biblia; si lo lees completo, notarás que comienza con una inconformidad acerca de la injusticia y la intervención de Dios frente a este hecho, terminando con este hermoso pasaje, que en realidad es la oración del profeta Habacuc y que nos muestra que, aunque nuestros ojos no vean, ni nuestros sentidos perciban la obra de Dios en esta tierra, Él lo está haciendo, hasta que el conocimiento de Dios cubra la tierra como las aguas cubren el mar.
Dios tuvo una VISIÓN con todas y cada una de sus criaturas, con sus hijos, a quienes formó a su imagen y semejanza, y para cumplir con esa visión envió y sacrificó a su propio hijo, Jesucristo, el único mediador entre Dios y los hombres; sin embargo, toda visión requiere, para su cumplimiento, que todos los miembros de la organización estén comprometidos con ella y además que se diseñe una Misión que cumpla con ciertos objetivos, que la desarrolle, que la lleve a cabo o la ejecute, y es ahí donde entramos nosotros en escena, porque Dios nos creó a todos y cada uno de nosotros con un propósito, con una Misión, y si no hubiera sido así, seríamos como maquinitas o animalitos divinamente amaestrados o lindos robots simplemente cumpliendo órdenes, sin la capacidad de racionalizar, pensar y decidir.
Dios nos diseñó de una manera perfecta, realmente como sus hijos, a su imagen, y nos dio la opción de poder elegir, de ejercer nuestro libre albedrío que siempre hemos usado de una u otra manera, quizá cometiendo errores, pero aprendiendo de ellos para ser cada vez mejores; nos dio esa maravillosa capacidad de poder elegir entre dos o más opciones y de decidir qué es lo bueno y correcto para nuestra vida; gracias a esta facultad, que hemos ejercido como un poder, pudimos un día decirle Sí al Señor y aceptarle como nuestro único y suficiente Señor y Salvador.
Cuando tomamos decisiones, nos quitamos un enorme peso de encima, nos sentimos libres, más seguros de nosotros mismos y nos fortalecemos; ahora imaginemos si unimos nuestro poder de decisión con el poder de Dios, a través de la oración, para descubrir nuestra Misión y comenzar a ponerla en práctica.
Eso es precisamente lo que Jesús tiene para nosotros, ese fue su legado y su encomienda, por eso insiste de múltiples maneras en la necesidad de soltar nuestras cargas, en confiar en él, en esperar, en orar, en mantener una buena comunicación con Él; que le entreguemos de verdad nuestra vida, sin reservas, sin querer arreglarla a nuestra manera, para que seamos siervos útiles, más preocupados por las cosas del Señor que por las nuestras. Quiere que andemos ligeritos de peso, centrados en Él, atentos a su voz y a sus necesidades, porque nosotros somos los verdaderos ejecutores de su voluntad para llevar a cabo su Visión; somos los ejecutivos de Dios, cumpliendo sus órdenes, porque esa fue nuestra elección, ese fue el camino que nosotros elegimos, ese es el compromiso que adquirimos y ese fue el pacto que hicimos con Jesús cuando le invitamos a entrar a nuestra vida.
En una película, había un animal que le hablaba a un humano y le decía: “ustedes, los humanos, son las únicas criaturas en la creación que creen que existe un Dios, pero viven y se comportan como si no existiera”. Es importante esta reflexión porque realmente vale la pena preguntarnos quién es Dios en nuestra vida y, si vivimos con el temor de Dios, qué deberíamos tener; si permitimos a Dios ministrar o administrar nuestra vida o simplemente es una figura como los bomberos o la policía, que sólo les llamamos cuando hay un incendio o un problema grave. ¿En qué lugar está Jesús en nuestra vida? En el centro? ¿Es el eje y motor de nuestra existencia? ¿Cuánto de Jesús estamos reflejando en nuestra vida?
Y, ¿de qué se preocupó Jesús en su corta existencia? Él solo tenía un propósito: rescatarnos, mostrarnos el camino, reconciliarnos con Dios, salvarnos del engaño y la mentira para llevarnos a todos de regreso a casa. No le importó el precio que tuvo que pagar, ni el dolor, ni la sangre que derramó, porque más que a sí mismo nos amó a nosotros, a todos y cada uno de nosotros, que estábamos, al igual que muchos aún, descarriados y perdidos.
Nuestra Misión, y en lo que debemos fijar nuestra atención, es en centrarnos en el mensaje de Salvación de Jesús para nosotros, para nuestra familia, para nuestros vecinos, para el mundo entero, pues es triste ver los noticieros y los casos de conflicto en los que están involucrados los seres humanos, como ovejas sin pastor, descarriadas, con sus mentes y corazones perdidos, sin valores, sin conciencia, sumidos en la más temible obscuridad, viviendo la vida loca, haciendo, de sus vidas y sus cuerpos, cloacas de maldición para sí mismos y sus descendientes; mientras, nosotros, supuestamente portadores de luz, conocedores de la verdad y del camino, ¿qué hacemos? Esto no es una exageración; recientemente vi por televisión los niveles de degradación a que hemos llegado; unas niñas, que podrían ser mis hermanas, mis hijas, mis madres, o mis amigas, ¡convertidas en prostitutas y embarazadas sin ningún sentimiento materno, sin ningún temor, sin ningún pudor!; !se embarazan porque sus clientes les pagan el triple de dinero por estar con ellas! ¡Y sus hijitos, sangre de su sangre, que los críen otros! ¿Qué se puede esperar de la esperanza en el futuro?
Créanme que, en este instante, con lágrimas en los ojos, me estoy preguntando, Señor, ¿cómo podemos hacer para llegar a más personas, que más gente te conozca, que crea en ti, y qué podemos hacer para dejar de ser obstáculos y ser más facilitadores para que otros encuentren la puerta estrecha que conduce a la Salvación?
Perdón, también, porque hemos sido egoístas y hemos pensado sólo en nosotros y en nuestros problemas y nos hemos olvidado que toda nuestra vida está resuelta, si de verdad hemos creído en Jesús, mientras que aún hay tantos por ahí que están perdidos y no han encontrado el camino.
Involucrémonos más en las actividades de la Iglesia; a pesar de todos los errores de las iglesias y de los Pastores, ésta sigue siendo el mejor lugar para crecer y servir al Señor y cumplir con la gran comisión, que es hacer más y mejores discípulos de Cristo.
Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.
Mateo 28:18-20
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