Una cosa es lo que puedes aparentar ante los demás, como el tratar de ser fuerte, y otra, los pensamientos o recuerdos que se nos quedan guardados profundamente en la memoria y en el corazón; nadie mas que tú sabe lo que hay en ellos, lo que te duele no tener o haber perdido... A veces nos pasa que, a pesar del esfuerzo que ponemos de nuestra parte, las cosas no se dan, pero aferrarse a ellas es privarse de la posibilidad de encontrar algo mejor.
Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza Jeremías 29:11 (Nueva Versión Internacional)
Tus planes, tus pensamientos y todo lo que deseas, muchas veces parece lo mejor para ti, pero luego pasa que con el tiempo te das cuenta de que no fue así; aquello se va, lo pierdes o simplemente no pudo ser; te sientes triste, decepcionado de la vida, de las personas, y crees que no hay nada mejor, que nadie ocupará el lugar que alguien dejó, que no volverás a tener lo que tuviste. Pero los planes de Dios siempre son mejores que los nuestros; duele perder lo que quieres, pero superarlo te hace comprender el por qué de las cosas y te prepara para recibir lo que viene que, sin duda, es mejor para los que tienen fe y esperanza.
Las cosas difíciles que vivimos son las que nos hacen madurar, las que aumentan nuestra fe y nuestra fuerza, ¡Ten ánimo!, aquello que no pudo ser tiene un por qué, y esa explicación la recibes cuando lo superas. Mientras más te dispongas a salir adelante de lo que has pasado o perdido, más claridad tendrás para comprender las cosas. A veces los finales son el comienzo de algo mejor.
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