lunes, 26 de noviembre de 2012

La fotografía - Devocional


Este fin de semana estuvo marcado por los recuerdos. Entre anécdotas de pequeña, travesuras que hacía con mi hermana e historias que mi madre me narraba, me encontré con una foto que mi hermana me mostró. En esta foto estábamos ambas sentadas en un sillón;  en ella,  yo debía tener seis o siete años y mi hermana diez u once. Recuerdo que estábamos celebrando mi cumpleaños y que ese mismo día habían sucedido varias cosas no muy alegres; de hecho, nuestras caras de tristeza en la foto eran letales para ser tan pequeñas.
Además del desastroso look de ambas y de todas las cosas que recordamos de ese día, hay algo en esa foto que llamó poderosamente mi atención. A mi derecha está mi hermana, y en medio de ese momento para nada feliz, dado que el día había sido difícil, veo una escena que me impacta. Ahí estoy yo, toda enana y despeinada y sobre la pierna de mi hermana está mi mano en actitud de “todo va a estar bien”. En cuanto vi la foto recordé ese día, vi nuestros rostros y me di cuenta que mi recuerdo se quedaba corto al lado de lo que realmente debía haber ocurrido ese día; pero allí, con 6 ó 7 años de edad intentaba transmitirle a mi hermana que todo iba a pasar, que nada de lo que vivíamos iba a durar para siempre.
En miles de ocasiones he sentido esa misma mano apoyándose en mi espalda, abrazándome como lo hace mi hermana en la fotografía, diciéndome que todo va a estar bien, que la pena y la rabia pasarán y que todo será para mejor. Esa mano en mi espalda es como la mano de Dios, que me alienta y me anima a cada paso que doy. Pienso en que si yo a los seis años me creía capaz de alentar a alguien, cuánto más será capaz de hacer Dios por mí, por ti, por nosotros.
Cada vez que atravesamos momentos duros, de temor y desconcierto, en donde no vemos ninguna salida, está la mano de Dios apoyada en nuestra espalda, animándonos, alentándonos, incitándonos a luchar para que podamos cumplir con la tarea. Este Dios del que te hablo es extraordinario, porque no contento con haberlo hecho TODO en la cruz por ti y por mí, no le parece suficiente y quiere seguir agregándole bendiciones a tu vida. Cristo es nuestro “recurso renovable”, NUNCA se va a acabar, por mucho que lo “explotes”. Esa mano, ese abrazo, esa palmada en la espalda es su aceptación incondicional y su compromiso eterno de estar allí para ti, frente a cualquier circunstancia y bajo cualquier condición.

Nuestro Dios es como esa niña de seis años de la foto, salvo que lo que Él hace realmente es efectivo, realmente te apoya y realmente es capaz de trasformar las circunstancias a tu favor. Si aún no has vivido esto que te describo y quisieras hacerlo, invítale a entrar a tu vida y mantenerlo todo bajo control. Cuando Él está a cargo hay éxito y triunfo asegurado, es el mejor negocio que puedes hacer.

Poly Toro

No hay comentarios:

Publicar un comentario