“Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”
Juan 11:40
Esta fue la respuesta de Jesús hacia Martha, la hermana de Lázaro, después de que ella escuchó cómo Jesús ordenaba que quitaran la piedra del sepulcro donde hacía 4 días ya que estaba sepultado su hermano. Cualquiera en esta situación pensaría dentro de sí que ya era demasiado tarde; después de ver lo que pasaba habrían dado por hecho que no volverían a ver a Lázaro, y después de haber llorado 4 días su muerte lo último que podrían imaginar es que aún era posible un milagro.
La mayoría de nosotros creemos tener fe, nos esforzamos realmente por demostrarla y hacer uso de ella en cada situación difícil que vivimos, pero verdaderamente hay ocasiones en las que nos es más difícil mantenerla, y es que los momentos que pasamos nos hacen olvidar que por más doloroso o trágico que veamos el panorama la gloria de Dios está por encima de todo.
Tal vez has llegado al punto en el que te encuentras ya asumiendo que las cosas no tienen solución, que todo está dicho en tu situación, y todas las respuestas que has obtenido han sido como un “ya no hay nada que hacer”. Tal vez te ha dolido tanto que has tomado esa respuesta que escuchaste como algo que crees que es el veredicto final de tu caso y lo has dado por concluido, pero piensa un momento: ¿quién te ha dado la respuesta?, ¿acaso ha sido Dios quien te lo confirmó?. Quiero que sepas que a veces cometemos el error de asumir respuestas de otras personas o sacamos conclusiones según lo que nosotros vemos, y eso es precisamente lo que termina con todo.
A veces nos acercamos a Dios para pedir su favor, su ayuda, su defensa, pero a la primera prueba de fe abandonamos todo y tomamos la equivocada decisión de dejarnos guiar por las circunstancias. Sabemos que Dios está con nosotros pero al pasar por lo mas difícil olvidamos que va a nuestro lado y caemos en la desesperación, como Pedro, cuando caminaba sobre el agua y se dirigía hacia Jesús, pero sintió miedo porque el viento comenzó a soplar fuerte y creyó que se hundiría.
Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: !Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mateo 14:31). Una parte de Pedro sabía que siendo Jesús a quien se dirigía tenia la completa seguridad de que no le pasaría nada, pero el momento de probar su fe llegó cuando el viento comenzó a soplar y ahí se le olvidó todo y se dejó dominar por el miedo, ¿Cuántas veces nos sucede lo mismo en el momento de probar nuestra fe?
Tu situación puede ser complicada, estás esperando una respuesta a tu necesidad pero al mismo tiempo estás experimentando el temor a no recibir lo que deseas, dudas en ciertos momentos que algo pueda hacerse después de tantas cosas dolorosas que has vivido en estos últimos días pero, ¿por qué desviar la mirada a las circunstancias cuando lo único que hay que hacer es ver hacia lo que Dios tiene para ti?.
Hoy quiero invitarte a que pienses en estas preguntas: ¿Verdaderamente estás confiando en Dios? ¿Crees que el poder de Dios tiene fecha de caducidad o se quedó en los tiempos antiguos? Entonces, ¿por qué dudas sólo por lo que dicen los comentarios y las circunstancias? No creas las trampas del enemigo, no des ocasión a que crezcan las raíces de las dudas que ha querido sembrar en tu corazón porque crecerán rápidamente y acabarán con tu fe, y la falta de fe también acabará con tu promesa.
Por eso la promesa viene por la fe, a fin de que por la gracia quede garantizada para toda la descendencia de Abraham; esta promesa no es sólo para los que son de la ley sino para los que son también de la fe de Abraham, quien es el padre que tenemos en común.
Romanos 4:16 (NVI)
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