“Cuando comenzaron a cantar y a dar alabanzas, el
Señor hizo que los ejércitos de Amón, de Moab
y del monte Seir comenzaran a luchar entre sí. Los ejércitos de
Moab y de Amón se volvieron contra sus aliados del monte Seir y mataron a todos
y a cada uno de ellos. Después de destruir al ejército de Seir, empezaron a
atacarse entre sí.” 2 Crónicas 20:22-23 (Nueva Traducción
Viviente)
El rey Josafat y el pueblo de Dios afrontaban
una terrible situación, un enorme ejército marchaba contra ellos. Para
comprender mejor lo que le ocurría al pueblo de Dios, debemos entender primero que en esa
época las naciones que eran conquistadas eran arrasadas, que se mataban jóvenes y
ancianos por igual, que las mujeres eran tomadas como esclavas sexuales, que las
torturas que se realizaban iban desde cortar partes del cuerpo hasta sacar los
ojos. Por lo que una derrota ante los enemigos implicaría perder todo por lo
cual has luchado y a quienes más amas.
En esa desesperación el rey Josafat proclamó
ayuno y congregó al pueblo de Dios en Su templo para implorar Su favor (2
Crónicas 20:3-9). A esto Dios respondió que Su pueblo no debía desalentarse
porque la batalla es del Señor. Dándoles una palabra poderosa:
“Mañana marchen contra ellos. Los
encontrarán subiendo por la cuesta de Sis al extremo del valle que da al
desierto de Jeruel. Sin embargo, ustedes ni siquiera tendrán que
luchar. Tomen sus posiciones; luego quédense quietos y observen la
victoria del Señor. Él está con ustedes, pueblo de Judá y de Jerusalén. No
tengan miedo ni se desalienten. ¡Salgan mañana contra ellos, porque el
Señor está con ustedes!”». (2
Crónicas 20:16-17) (Nueva Traducción Viviente).
Ellos solamente
tendrían que avanzar y quedarse quietos, dijo el Señor que ni siquiera tendrían
que pelear. Y al marchar contra los que amenazaban su libertad, ellos comenzaron
a alabar a Dios y agradecerle todas sus misericordias. Dicen las Escrituras que
en ese mismo momento sus enemigos se comenzaron a matar entre ellos.
El pueblo de Dios obedeció y salió contra sus
enemigos pero, para su sorpresa, ya no había enemigos sino solamente un enorme
botín porque decidieron alabar a Dios y confiar en Él.
¿Qué son aquellos con los que estás peleando? Aunque para ti parezca un gran problema, para Dios es insignificante. Escoge confiar
en Él y alabarle, y al hacerlo Él te dará la victoria. Hay poder en la alabanza
del pueblo de Dios; desátalo.
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