Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:2 (RVR 60)
Dios es un Juez justo y Santo, esa es Su naturaleza; un Dios que aborrece y repugna el pecado y la iniquidad, pues la pureza y la perfección es su esencia, y por más que me amara a mí como creación suya, y a toda la humanidad, no podía dejar de lado darnos el castigo que cada uno de nosotros merecemos por la naturaleza pecaminosa que heredamos de Adán y Eva. Nos alejamos de Él, nos apartamos de Su naturaleza como ovejas descarriadas, cada uno corriendo a un precipicio por nuestros vanos placeres que nunca nos saciarían para nada. En fin, tú y yo no podríamos hacer nada por nuestras propias fuerzas para pagar nuestra salvación, no podríamos zafarnos del justo juicio de Dios sin recibir el castigo eterno que merecemos. Por más que hayamos intentado ser “buenos” por nuestras propias fuerzas, Dios no puede dejar ser un Juez justo y Santo sólo para obviar nuestras malas acciones producto de una naturaleza caída y corrupta. Pero ¡FUE TAN GRANDE SU AMOR POR MÍ Y POR TI! que envió a Su Hijo unigénito a proveer sacrificio por nuestras deudas, las cuales nunca en toda nuestra existencia hubiéramos podido pagar, recayendo sobre Su hijo (quien era Dios mismo en la persona de Jesucristo) todo el peso del pecado, la ira de Dios y el castigo que merecíamos, para que Su santidad y justicia fuera satisfechas; y así, personas culpadas como tú y yo, podamos ser perdonados, limpiados y justificados. Dime, amig@ y herman@: ¿Acaso habrá mayor regalo y mayor amor que éste? ¡¡¡CUÁN PERFECTO AMOR!!!
El día en que a nuestro Señor Jesús lo iban a crucificar, comenzó a experimentar gran angustia y depresión que hasta llegó a sudar como gotas de sangre; por lo cual Él le rogaba al Padre: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero sino como tú.
Luego vinieron a arrestarlo; pero Pedro, por defender a su maestro, sacó la espada y, con la intención de quitarle la cabeza a Malco, solo alcanzó a quitarle la oreja. Aun así Jesús estaba dispuesto a dar su vida por nosotros, así que en vez de sentirse defendido por Pedro le dijo:
Vuelve tu espada a su lugar; ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que Él no me daría más de doce legiones de ángeles?
Habiendo podido evitar aquel sufrimiento, lo hizo, por amor a ti y a mí. Aún si pudiera haber una persona en todo el planeta, ya sea tú o yo, por ella Cristo también se habría entregado. Pienso en esta escena y las veces en las que pudo justificarse, pero por amor a ti y a mí calló ante las acusaciones falsas de los escribas y fariseos; Por amor a ti y a mí pudo soportar en silencio los terribles dolores producto de las torturas y azotes que recibió, cargando sobre Él todos nuestros pecados y lo que nos agobiaba para no ser salvos, y aguantó cada golpe, cada latigazo en silencio y sin reclamos. Puedo recordar de Su palabra cómo se pudo haber bajado “literalmente” de la cruz, como fuera llamando a sus ángeles para que lo hicieran desaparecer cuando venía la multitud a arrestarlo, pues teniendo ruta de escape no la aceptó y decidió dar ese gran paso hacia la cruz por amor a ti y a mí. ¡ESTAS SON REALMENTE LAS BUENAS NOTICIAS DE SALVACIÓN QUE CON GRAN GOZO EN NUESTRO CORAZÓN DEBEMOS ANUNCIAR!
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