Una vez escribí sobre perdonar a quien nos ofende. Hasta setenta veces siete nos dijo Jesús.
Qué importante es hacerlo, perdonar a las personas que nos hacen mal, porque la mayoría del tiempo las personas nos fallan, voluntaria o involuntariamente.
El problema está en dejar que eso se acumule, y se vaya anidando en nuestros corazones todo ese rencor y ese resentimiento, iras, decepciones, toda murmuración que hagamos a causa del hermano o amigo que nos ofendió.
No hay nada mejor que sentirse libre de pecado y de ataduras por medio de Jesucristo, pero cuando ya vamos por el camino de Dios y empiezan quizás a surgir envidias, contiendas, falsas acusaciones, divisiones, y recibes cosas feas y malas, pueden llegar a surgir la tristeza y el resentimiento porque somos humanos y débiles en cuanto a los sentimientos. Si algo aprendí es que el corazón se enferma y un corazón resentido mira todo mal y con resentimiento, por eso no hay nada mejor que estar libre y perdonar a todo el que nos hirió y poder amar al prójimo, al enemigo, y al amigo. Hay una frase que resume todo sobre ser libres del rencor, que dice: ¡perdonar es como poner a un prisionero en libertad y descubrir que el prisionero eres tú!
Qué gran verdad nos expresa esta frase, porque al empezar a dejar que todo eso se acumule en el corazón no estamos haciendo la voluntad del Padre de perdonar a quien nos ofende, y como consecuencia de esto su presencia se puede alejar poco a poco, porque hay un obstáculo que no permite que Él se manifieste en nosotros y es ese rencor que no se lo hemos entregado.
Proverbios 4:23
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida
Y así como debemos perdonar, también debemos pedirle perdón a Dios por toda contaminación que muchas veces permitimos que entre en nuestro corazón. Pero los hijos de Dios no debemos quitar la mirada de Jesús; debemos pedirle perdón por haber osado odiar por unos segundos, por juzgar el mal que nos hacen, por amar sólo a los que nos aman y no amar al enemigo. A veces necesitamos entregarnos a Dios y pedirle perdón por no hacer su voluntad amando al prójimo como a nosotros mismos, porque dejamos la humildad a un lado y no somos mansos como lo fue Jesús; el perdón debe estar en nosotros como el pan de cada día porque por perdón fuimos salvos por gracia, y Dios nos ha mandado perdonar, porque al perdonar somos libres, y al perdonar al enemigo damos testimonio de que Cristo vive en nuestros corazones; todos los días debemos perdonar y pedir perdón, si nos ofenden o si nosotros mismos ofendemos a alguna persona, porque todos cometemos errores y muchas veces herimos a alguien sin intención.
Dios es misericordioso y Él siempre estará de lado del perdón, porque su amor y su perdón nos alcanzó. En la cruz Él se llevó todo el pecado, hasta nuestras heridas del corazón.
Les dejo con unas líneas de una canción que Dios puso en mi corazón una vez que me liberó del resentimiento.
- A ti clamé, recibí el perdón que tanto anhelé; gracias por tu compasión
- Todo mi rencor tu amor desvaneció, casi a punto de morir tu bondad me envolvió,
- Hoy puedo perdonar a todo el que me hirió, ya soy libre para amar,
- Sé que existes mi Señor!
- Me ofreciste una Cruz envuelta en tu amor y PERDÓN!
Kari Gazo
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