Hablando con el corazón
El australiano James H. Jauncey escribe en Talking With the Heart: Cierta vez casé a un soldado noruego con una joven mexicana. Él hablaba poco de inglés y nada de español. Ella no hablaba ni inglés ni noruego.
Jamás sabré cómo llegaron a casarse. Y ni siquiera me imagino lo que será su futuro en cuanto a comunicación se refiere. No obstante, a pesar de las malas condiciones lingüísticas, tenían una ilimitada y mejor posición que muchas parejas que dominan por completo el idioma. Esta extraña pareja había superado con creces el mensaje de amor mutuo y parecían tener una extraordinaria relación.
Quizá la comunicación sea fácil en ese escenario, con el idioma o sin él. Con el tiempo las emociones se calman y aparecen las necesidades ocultas.
Aprender a hablar sobre las necesidades es un arte difícil y pocos lo aprenden.
El romance es el campo de los sueños, las esperanzas y las emociones. El matrimonio, sin embargo, es práctico. Requiere que uno ajuste su agenda, establezca prioridades, metas y obligaciones.
No quiero decir con esto que el matrimonio no pueda incluir el romance, ¡puede… y debe hacerlo! Aún así, el matrimonio añade otra dimensión que va más allá del romance y de esa dimensión depende muy a menudo la obra del matrimonio.
Antes de casarse las dos palabras más comunes son:
Te amo.
Después de casarse son:
Comamos fuera.
1 Corintios 7:33
El casado se preocupa de las cosas de este mundo y de cómo agradar a su esposa.
Escuchando con el Corazón
“He desperdiciado todo mi sábado”, se lamentó John, mientras su padre le despertaba con delicadeza.
El tono de su voz, lastimero y angustiado, provocó una reacción instantánea en su padre y un destello de ira emergió de él. Había sido un largo día de pintar y colocar papel de pared en la nueva oficina de su madre y su papá estaba extenuado. John había trabajado duro en las primeras horas del día pero, al desaparecer la ilusión de la novedad, se sintió aburrido y finalmente somnoliento, por lo que se acostó en un sofá en una oficina adyacente. Ahora su padre, Richard, le despertaba para que todos se encaminaran a casa.
Antes de que Richard pudiese expresar una repentina retórica formada por su mente, algo le detuvo. Vislumbró, desde la perspectiva de un niño de ocho años, lo que significaba todo un sábado transcurrido trabajando en la nueva oficina de su madre.
Con renovada compasión, respondió a su hijo: “John, sé que el sábado es precisamente el día de la semana más importante cuando se tiene ocho años. Aprecio tu disposición a prescindir de disfrutarlo y ayudarnos a decorar la oficina de mamá. Ha sido un largo día, y apuesto a que también estás cansado. Sin embargo, me gustaría mostrarte cuánto apreciamos tu apoyo yendo a la tienda de vídeos, camino de casa, y alquilando una película que tú elijas para que nos deleitemos en familia. ¿Qué te parece?”
En respuesta a la actitud amorosa de su padre, la angustia y desesperanza de John, se transformó en euforia y dijo tranquilamente, “¡Gracias, papá! ¡Me gustaría hacerlo!
A veces, al escuchar con nuestro corazón, y no con los oídos, el amor gana y las relaciones florecen. Por ello Johann Wolfgang Von Goethe dice: “La corrección consigue mucho, pero la estimulación, mucho más.”
2 Reyes 22:19
Porque se enterneció su corazón.
Proverbios 15:1
La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor.
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