En una reunión sin precedentes, donde la fuerza de la fe y el amor al prójimo fueron los ejes centrales, del 28 al 30 de abril se llevó a cabo, en la ciudad de Cochabamba, el primer encuentro de líderes Cristianos de Latinoamérica para dar respuestas al VIH/Sida. Este encuentro tuvo el principal propósito de unir esfuerzos frente a la discriminación y el estigma que sufren aquellos que están afectados por esta enfermedad. Esta actividad fue organizada por el Instituto para el Desarrollo Humano (IDH), programa SidAccion, con la financiación de Christian Aid, en la que participaron líderes cristianos de diferentes iglesias de Brasil, Argentina, Chile, Ecuador, Venezuela, Perú y Bolivia.
El tema principal fue conocer las diferentes visiones, experiencias y acciones de las Iglesias Cristianas con relación al VIH/sida en América Latina, como también su posición frente a la discriminación y estigmatización de las personas con VIH.
“No podemos perder de vista la defensa de la vida”, comentaba uno de los líderes cristianos en relación a la situación de discriminación que actualmente viven muchas personas con el VIH/sida.
Se plantearon una serie de respuestas y desafíos que las iglesias deben asumir para reorientar a la población para practicar el evangelio de Jesucristo.
Es de destacar que cada una de las intervenciones de los participantes aportó en la reflexión y en la elaboración de un manifiesto, en el que los distintos líderes participantes reafirman su compromiso con el evangelio de Jesucristo para evitar toda forma de discriminación y estigma a las personas con VIH/sida.
Declaración de Cochabamba*: “La Iglesia convive con el VIH y el Sida”
Nosotros y nosotras, líderes cristianos de Latinoamérica, comprometidos en la construcción de una respuesta a los desafíos que el VIH y Sida plantea, reunidos en la ciudad de Cochabamba los días 28 al 30 abril del 2008, compartimos nuestras experiencias de comunión, reflexión y propuesta de acción, reconociendo y confesando que queremos superar nuestros silencios y complicidades que han acrecentado la difusión de la epidemia y de los estigmas relacionados con ellos.
Movidos por la acción del Espíritu Santo y por el Evangelio de Cristo que nos ayuda a hacer una relectura del contexto político, económico, social y religioso, dominado por la ideología neoliberal, sistema que produce severas consecuencias de una estructura que oprime, explota, genera y mantiene la pobreza, injusticia, y la exclusión, convirtiendo a nuestros pueblos vulnerables al VIH y Sida, privados de servicios básicos de salud y educación.
Con la voluntad de romper nuestro silencio, queremos construir una pastoral centrada en la persona y no en la enfermedad. Queremos reconocerla desde su dignidad, diversidad e identidad. Somos creados “a imagen y semejanza de Dios” y confesamos que todos somos hijos e hijas de Dios, por tanto debemos vivir en comunidades evangélicamente inclusivas.
En la Trinidad Dios se presenta único y diverso al mismo tiempo. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Personas diferentes en una sola realidad. Esta comunión es el modelo que fundamenta nuestro compromiso por el respeto a la diversidad humana.
Nuestras acciones cotidianas tienen que ser una expresión visible de las mesas de comunión de Jesucristo. Sentarse junto a las y los excluidos y estigmatizados es cumplir un mandamiento de Jesús, que nos convoca a vivir en una comunidad radicalmente inclusiva. Cuando somos coherentes con esta práctica de Jesús, el Cristo de Dios, acogemos incondicionalmente en nuestras comunidades a todas las personas que viven con VIH y con Sida.
Jesús ha evangelizado a su pueblo desde las y los excluidos, los estigmatizados de su tiempo y de su comunidad de fe.
Somos seguidores y seguidoras de Jesús y por ello nuestras prácticas pastorales. Nuestros mensajes teológicos no deben contradecir la esencia del Evangelio. Es por ello que en nuestro caminar juntos con las personas y grupos en situación de vulnerabilidad al VIH y Sida nos despojamos de todo signo de poder y superioridad, realizamos una renovada lectura de las Escrituras e iniciamos un proceso de conversión personal e institucional.
En este contexto de la crisis del VIH y del Sida estamos llamados a desarrollar una teología del amor y del cuidado de la vida. Este amor nos ha de llevar a transgredir barreras del egoísmo humano, de las cegueras sociales, y superar prejuicios culturales. Esta teología del amor nos conducirá a aquellos espacios a los que nadie quiere ir y caminar junto a personas y grupos con los cuales nadie quiere estar.
En consecuencia declaramos:
(1) Que nuestro Encuentro es la continuidad de un proceso de respuestas de las diversas iglesias que se han realizado en los últimos 20 años con aciertos y desaciertos.
(2) Que es nuestro compromiso "promover una relectura de los fundamentos bíblicos y teológicos a partir de una realidad que nos interpela para una acción pastoral más comprometida".
(3) Que queremos vivir un evangelio de amor y justicia, que promueva la dignidad, la inclusividad, el respeto, proclame la misericordia, promoviendo la vida de manera integral con capacidad de escucha y sin prejuicios.
(4) Que queremos superar situaciones de estigma y discriminación en la Iglesia y en la sociedad. Nos comprometemos a asumir un rol profético que denuncie estas discriminaciones, que repercuta en incidencia en políticas públicas y la transformación de nuestras propias comunidades de fe.
(5) Que no queremos hablar más de ellos y ellas, nosotros y nosotras, porque reconocemos que la misma Iglesia tiene VIH y Sida, como dice San Pablo: “si sufre un miembro, todos sufren con él” (1Cor. 12, 26). Con este lenguaje inclusivo queremos visualizar y respaldar a todos nuestros hermanos y hermanas, de nuestras comunidades o fuera de ellas, que viven con VIH, porque estamos todos y todas afectados.
(6) Nos comprometemos a mantener acciones de acompañamiento que no sean únicamente asistencialistas o paternalistas, respetando la libertad de los seres humanos, reconociendo el activo protagonismo de toda persona viviendo con el VIH en el logro de este compromiso.
(7) Nos comprometemos a trabajar intensamente en la prevención en un contexto amplio, digna del ser humano y respetuosa a los pluralismos socios culturales y religiosos.
(8) Nos comprometemos a realizar en nuestras comunidades una relectura del Evangelio que nos permita construir un mensaje profético y liberador, de misericordia e inclusión, de solidaridad y justicia.
(9) Nuestro compromiso es "romper nuestros encierros institucionales, intelectuales, teológicos y sociales, con el fin de crear espacios de inclusión donde no exista la discriminación, el estigma, ni prejuicio alguno".
(10) Reconocemos la importancia de abordar el tema de género que revela las inequidades de poder en nuestra sociedad y nuestras Iglesias.
(11) Que nuestro propósito es promover comunidades que viven el Evangelio de una forma desafiante, creativa y profética.
(12) Nos comprometemos en formar líderes y capacitar a nuestras comunidades para un respeto de los derechos humanos, a una educación adecuada y a una calidad de vida integral.
Por ello proponemos:
(1) Dar continuidad a nuestros compromisos, desarrollar espacios de articulación, intercambio de experiencias y de recursos, fortalecer las relaciones de cooperación y planificación.
(2) Preparar líderes hombres y mujeres, para incidir en la formulación de políticas publicas, y ejercer un monitoreo de su aplicación.
(3) Promover la vigilancia social con el fin de asegurar el cumplimiento de compromisos públicos que den respuesta al VIH y Sida en nuestros países.
(4) Fomentar y establecer alianzas estratégicas, de cooperación y de comunión, con las redes nacionales y regionales de las personas que están viviendo con el VIH y Sida, a fin de unir esfuerzos para una respuesta conjunta para el acceso oportuno, libre y gratuito de medicamentos, la implementación del MIPA (Mayor Involucramiento de Personas afectadas), y fortalecimiento de las capacidades de las organizaciones de base.
* Firman las principales personalidades asistentes de todos los países de Latinoamérica.
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