jueves, 5 de julio de 2012

Pan de maíz- Maíz

Pan de Maíz
Nuestro grupo había llegado a un edificio de apartamentos en el pueblo. Era un lugar muy deprimente, con vendedores de droga y adictos sin esperanza alguna. Uno de los residentes, de nombre Louie, tenía la mente de un adolescente.Una amiga mía, Kathy, le prometió a Louie y a otros que les llevaríamos chili el domingo. Louie me preguntó si podía hacerle pan de maíz. Me dijo que no lo había comido en años. Le prometí que lo haría.
Cuando fui a la tienda en la semana, se me olvidó comprar harina de maíz. Para cuando me di cuenta que no la tenía, también me di cuenta de que no me quedaba dinero alguno. Pensé tener lo suficiente para comprar la harina pero estaba quebrada, sin cuartos. Pensé en Louie durante varios días, preocupada por qué hacer. Para mí era como hacerle una promesa a un niño y, entonces, romperle el corazón.
Cuando no sé qué hacer… oro, que fue lo que debí haber hecho en primer lugar.
Al día siguiente alguien tocó a mi puerta. Mi vecina estaba parada en mi terraza con un saco de harina de maíz. Me comentó que su marido lo había comprado erróneamente en vez de harina regular por lo que no la necesitaba. Se preguntaba si la gente en los apartamentos tendría algún uso para ella. Todo lo que pude decir fue: “¡Gracias, Jesús!”
Janice Milbourn
Son muchos los que se contentan con decirle al Señor que estarían dispuestos a hacer algo por su prójimo si tuviesen los recursos, pero como no los tienen…
El problema es que los recursos jamás se interpondrán entre nuestro prójimo y nosotros. El estirar una mano amiga es mucho más asunto del corazón que de lo que tengamos a mano. De hecho, si nuestro corazón anhela ayudar a otros, ¿por qué no acercarnos en oración a Aquel que todo lo tiene y todo lo puede?
La Biblia dice que cuando pedimos cosas de acuerdo con la voluntad de Dios, ¡podemos estar más que seguros de que las recibiremos!
Dad gracias al SEÑOR, invocad su nombre; dad a conocer sus obras entre los pueblos. 1 Crónicas 16:8 Dad gracias al SEÑOR, porque Él es bueno; porque para siempre es su misericordia. 1 Crónicas 16:34
 Maíz
 En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía saber el secreto de su maíz, que ganaba el concurso al mejor producto año tras año. El agricultor confesó que el secreto se debía a que compartía su semilla con los vecinos.
- ¿Por qué comparte su mejor semilla con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso? preguntó el reportero. -Verá usted, dijo el agricultor. El viento lleva el polen de una siembra a otra. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada echaría a perder la calidad del mío. Si siembro buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga.
Lo mismo ocurre en nuestra vida. Quienes decidan vivir bien, deben ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Quienes optan por ser felices, deben ayudar a que otros encuentren la felicidad, pues el bienestar de cada uno está unido al bienestar común.

Gálatas 6:2
Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo.


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