En cuanto a mí, podría firmar en mi propio nombre este primer testimonio. ¿Podrías hacerlo tú? Sí, El Señor se acordó de nosotros; nos ha consolado, nos ha liberado y nos ha guiado. En su paternal providencia ha tenido memoria de nosotros, y no nos ha dejado un solo momento de nuestra vida.
Siempre nos tiene presentes: tal es el significado de la palabra «acordarse». Así ha sucedido siempre, y así acontecerá en el porvenir. Sin embargo, en muchos casos hemos podido comprobar de un modo clarísimo su providencia, y podríamos recordarlo a los demás llenos de gozosa gratitud.
Sí, «El Señor se acordó de nosotros». La frase que sigue es consecuencia lógica de la anterior. Dios no cambia, y, como lo hizo en el pasado, así también lo hará en el futuro. Ahora bien, acordarse es sinónimo de bendición. Pero no se trata de conclusiones dictadas por la razón, sino de afirmaciones de la Palabra inspirada por Dios.
Estas afirmaciones están respaldadas por el Espíritu Santo: «Nos bendecirá». Esto quiere decir cosas grandes e incomprensibles. Lo indefinido de la promesa tiene un alcance verdaderamente infinito. Nos bendecirá como Dios bendice, y su bendición será eterna. Por tanto, digamos agradecidos: "Bendice, oh alma mía, al Señor".
Hoy… sé que nuevamente el Señor se acordará de mi. Quizás muchos de mis amados o amigos se han olvidado de mi, pero sé que El Señor jamás de olvidará.
Señor, cuan bueno es tenerte como mi Padre y Señor. Te acuerdas de mi y es por eso que día a día me envías bendiciones. Hoy quiero también yo acordarme de ti. Amén.
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