La impresión que tenemos del arrepentimiento está muy lejos de ser favorable o invitadora. Sin embargo, la Biblia nos dice que el arrepentimiento es el punto donde comienzan las buenas nuevas que Dios quiere que conozcamos.
El mensaje del evangelio es que nuestra vida, y por consiguiente nuestra esperanza, no están acabadas. Dios tiene un futuro extraordinario para nosotros. El lugar en el que estamos ahora, y lo que es cierto de nuestra vida en este momento, no es la historia definitiva.
El día de hoy no es para siempre, el cambio es posible. Las relaciones rotas, las deudas enormes, la depresión persistente, las ansias ocultas, los temperamentos violentos, el lenguaje soez, la amargura asfixiante y los temores paralizantes, pueden ser cambiados en el nombre de Jesús. Estas son las buenas nuevas. Nuestros pecados pueden ser perdonados. Nuestro quebrantamiento puede ser restaurado. Y aquí es donde entra el arrepentimiento.
La mayoría de los creyentes se sorprenden al descubrir que el Señor, nuestro Pastor “restaura [mueve al arrepentimiento] nuestra alma” . La Palabra perfecta de Dios hace lo mismo . El arrepentimiento es una actividad espiritual que milagrosamente hace que nuestro rostro mire hacia un futuro diferente del futuro al que estamos condenados si nos quedamos en nuestro camino actual. El arrepentimiento no es un arma para condenarnos por donde hemos estado, sino una grata invitación al lugar al que, con entusiasmo, Dios anhela que vayamos.
Juan el Bautista fue un mensajero enviado por Dios con el fin de alertar a las personas a la inimaginable oportunidad que les estaba enviando a través de Jesús. Juan fue como un anuncio de amnistía de un gobierno, diciéndoles a todos los que están ilegalmente en el país que serán exentos de procesamiento y recibirán su ciudadanía simplemente acercándose a Jesús y admitiendo que han estado en el país ilegalmente.
El Señor no quiere que nadie pierda la oportunidad de ser recobrado y restaurado, así que Él envía a un mensajero delante de Jesús para prepararlos a todos para recibirlo. Cuando la Biblia dice: “preparad el camino del Señor,” no es una declaración airada, sino llena de emoción; no es una amenaza que se les dice a los niños de que más vale que arreglen su cuarto o no van a cenar, sino un anuncio de que la abuelita y el abuelito vienen a cenar, así que “vengan y alístense”.
Juan no vino a decirles a las personas lo malas que eran, él vino a decirles lo diferente que ellos podían llegar a ser. Jesús estaba viniendo para cambiar el rumbo de las cosas y para regresar las cosas al lugar que tenían destinado.
Hoy por eso sé que Dios restaurará mi alma a través del arrepentimiento.
Señor, arrepentido vengo a ti porque se que de esa manera me recibes para restaurarme a través de la obra de Jesús en el Calvario. Amén.
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