Venid a mi los que están cansados y abatidos y los haré descansar. Mateo 11
La mayoría de las veces, no necesitamos que alguien nos diga lo malos que somos. A pesar de que tratamos de no pecar, continuamos haciéndolo, y esa conciencia de nuestras fallas nos hace bajar la mirada día tras día.
El arrepentimiento no es la forma que Dios tiene de restregarnos nuestras faltas en la cara con el fin de que reconozcamos su existencia; es la forma de pedirle a Dios que restaure lo que está mal en nuestras vidas en vez de tratar de arreglar las cosas por nosotros mismos. El arrepentimiento es para personas reales con carencias reales que anhelan una completa restauración.
El llamado al arrepentimiento no es una advertencia para que rápidamente nos restauremos a nosotros mismos antes de que el Señor venga, sino una oportunidad de reconocer dónde estamos mal y perdidos. Es donde desesperadamente necesitamos Su intervención y rescate. El arrepentimiento es nuestra oportunidad de enviar una señal de auxilio cuando nuestro barco está llenándose de agua y hundiéndose. No es redoblar los esfuerzos frenéticamente para sacar con más rapidez el agua que llena cada vez más el barco.
Cuando leemos en la Biblia sobre las aglomeraciones de las personas que con entusiasmo viajaron al desierto para arrepentirse y ser bautizados, tenemos que preguntarnos a nosotros mismos por qué. ¿Por qué tantas personas pasarían por la molestia y la inconveniencia de viajar toda esa distancia si les iban a gritar e iban a ser avergonzados?
No tiene sentido, las personas evitan la censura –no la buscan. Si el llamado de Juan al arrepentimiento era un grito airado y amenazador, no es probable que alguien se interesara en participar. Esta escena bíblica que describe a un “enjambre” de gente compitiendo para tener la oportunidad de arrepentirse es completamente inconsistente con nuestra imagen cultural de un adivino que predice fatalidades en una plataforma acondicionada –y con los sentimientos que tenemos respecto al arrepentimiento como resultado de esa imagen.
¿Qué diferencia hay entre lo que ellos experimentaron y lo que nosotros asociamos con arrepentimiento? ¿Por qué estaban tan ávidos de arrepentirse mientras que nosotros somos tan renuentes para hacerlo? Quizá algunos sólo tenían curiosidad (respecto a los detalles de las confesiones públicas de sus amigos), pero la curiosidad por sí misma, o simplemente “seguir a los demás” no es suficiente para explicar por qué las personas se desviaron de sus caminos para ir a arrepentirse.
Hoy vengo a Dios, con esperanza y no bajo condenación.
Señor, te doy gracias por tu grande amor ya que me recibes en tus brazos para restaurarme y darme descanso. Amén.
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