miércoles, 21 de septiembre de 2016

Una buena reputación

Rogelio era un buen empleado, nada espectacular, pero confiable, puntual, de temperamento equilibrado y siempre dispuesto a hacer un poco más.
Bernardo también hacía un buen trabajo, pero no le importaba atajar lo posible para terminarlo, ni retirarse unos minutos antes para atender sus necesidades personales.
Cuando el señor Jones, el supervisor, anunció que iban a promover a uno, Rogelio contó con su historial y su reputación para ganar el puesto.
Bernardo hizo tenazmente un trabajo de pasillo, al contar a varios de sus compañeros de trabajo que Rogelio se había apropiado de sus ideas para la reducción de costes, que había hecho malversación de fondos y que era conocida su costumbre de extralimitarse en su hora de almuerzo.
Tuvo cuidado, no obstante, de comenzar todas sus observaciones diciendo: “Esto queda entre nosotros dos…”
Cuando a la semana siguiente el señor Jones anunció que el ascenso había sido para Rogelio, éste recibió un fuerte aplauso de sus compañeros de trabajo.
Ninguno se sorprendió salvo Bernardo. Después de todo, la reputación de Rogelio lo había precedido.
Lo mismo pasó con la de Bernardo.
El hombre que no teme a la verdad no tiene nada que temer de las mentiras.
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra, o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” Colosenses 3:17
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para El Señor y no para los hombres.  Colosenses 3:23.

Agradeciendo por mis dificultades

Cuando me diagnosticaron por primera vez diabetes en el año 2000, estaba convencida de que los medicamentos me curarían. Ésta, después de todo, es la era de la tecnología y las drogas milagrosas.
Pero no conté con mi aumento de peso ni me percaté de que, al verse afectado mi sistema inmunológico, sería diagnosticada con artritis. Ya en la primavera de 2004 fui al médico con la peor infección respiratoria de mi vida. Melancólicamente, seguía repitiéndome a mí misma: “los diabéticos son seis veces más propensos a morir de un resfriado”. Para cuando puse mi pie en la balanza del médico, estaba tan enferma que hasta la muerte era una buena noticia.
Entonces vi mi peso. ¡Pesaba 95 kilos! ¡Estaba a dos kilos de llegar a ser mi abuela!
Mi doctor me recetó un suministro de antibióticos para dos semanas, una botella de “prednisona”,... pero en el proceso abandonó su puesto. Ahora tenía que buscar otro médico.
¡Qué bien! Estaba aterrada, pero a pesar de mis temores, mi búsqueda resultó una de las mayores bendiciones de mi vida.
A través de las conexiones familiares y mucha oración, hallé a mi doctor, una holandesa de habla suave, que no veía mi situación médica como una sentencia de muerte.
Ella vio mi condición como un punto de partida para una salud mejor. Estuvo abierta a métodos alternativos para el control de la diabetes. Fue compasiva, profunda, y entusiasta sobre mi plan de ejercicios y una dieta baja en calorías. “Usted puede lograrlo”, me aseguró, y yo la creí.
Me fui a casa y comencé a examinarme interiormente. ¿Creo que mi vida y mi cuerpo son dones de Dios? ¿Creo que tengo la responsabilidad de mi propia salud? ¿Creo que la única manera de agradecerle a Dios por esta vida es honrar Su don? ¿Le debo a mis hijos ser una madre? ¿Quiero envejecer con el amor de mi vida? Mi respuesta entonces y ahora, ¡es un resonante sí!
Hace un año, celebré mi cincuenta y ocho cumpleaños comprando una andadora a motor, y comencé una dieta saludable, baja en carbohidratos de vegetales y frutas. Para fines del primer mes había avanzado de dar solo unos pasos a medio kilómetro ¡y había perdido tres kilos!
Mi paladar se hizo más sensible y comencé a notar el sabor único de las comidas frescas. Una manzana y un par de cucharaditas de mantequilla de maní eran una delicia para mí. Sin agregar azúcar, descubrí que me encantaba el verdadero sabor de la zarzamora y del arándano.
Fue sorprendente la rapidez en adaptarme a mi nuevo estilo de vida saludable. Gracias a Dios, tomé mi decisión de comenzar la dieta baja en carbohidratos.
He descubierto deliciosos alimentos con bajos carbohidratos hasta abarrotarme completamente. Hasta puedo convidarme a mí misma a comer pan, pudines y mi comida favorita personal, leche achocolatada, todo con bajos carbohidratos. Me consagré a reinventar mis recetas favoritas, creando saludables delicias con bajos carbohidratos, como panecillos y crepes de soja, ¡que saben como los originales!

Jesucristo, que es la roca

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Si construimos nuestra casa sobre Jesucristo, que es la roca de la fe, 
esa casa nunca se caerá. Hoy es un buen día, por lo que
levantemos fundamentos fuertes basados en la Palabra de Dios.
 Hay tres ciudades muy importantes que debemos construir:
la de la fe, la del amor al prójimo, y la
de la comunión íntima con Dios. 

Amado Dios, ayúdanos a ser pacientes
y danos sabiduría para construir ciudades
firmes en la roca que es Cristo.

Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó
y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación,
el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover,
porque estaba fundada sobre la roca. Mas el que oyó y no hizo,
semejante es al hombre que edificó su casa sobre la tierra,
sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu,
y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
Lucas 6:48-49

El flotador

Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá. Salmo 55;22
La luz del sol brillaba sobre la piscina frente a mí. Oí que un instructor le hablaba a un estudiante que había estado en el agua bastante tiempo. Dijo: Parece que estás cansado. Cuando estés agotado y en agua profunda, usa el flotador.
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Ciertas situaciones en la vida nos obligan a usar nuestra energía mental, física o emocional de una manera que no podemos mantener continuamente. David describió una ocasión en que sus enemigos lo amenazaban y sentía el peso emocional de esa ira. Necesitaba escapar de la angustia que experimentaba.
Mientras procesaba lo que sentía, descubrió una forma de hallar descanso de sus atribulados pensamientos: Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá (Salmo 55:22). Reconoció que Dios nos sostiene si nos atrevemos a entregarle nuestros problemas. No tenemos que encargarnos de cada situación y tratar de conseguir el resultado. ¡Eso es agotador! Dios está en control de cada aspecto de nuestra vida.
En vez de tratar de hacer todo con nuestros propios esfuerzos, podemos encontrar descanso en el Señor. A veces, es tan simple como pedirle que maneje nuestros problemas. Entonces, podremos hacer una pausa, relajarnos y disfrutar de saber que Él nos sostiene.
Dios, hoy te entrego mis problemas.
Dios es un lugar de descanso seguro.