martes, 12 de enero de 2016

Un canto en la niebla

Los que descienden al mar en naves y hacen negocio en las muchas aguas, en su angustia claman a Jehová, y él los libra de sus aflicciones.
29 Cambia la tempestad en sosiego y se apaciguan sus olas.
30 Luego se alegran, porque se apaciguaron, y así los guía al puerto que deseaban.  Salmo 107:23, 28-30


En los alrededores de la isla de Terranova (al este de Canadá), a veces la niebla es tan densa que los pescadores no pueden ver el faro ubicado a la entrada del puerto. Cuando el radar todavía no existía, a veces los marineros vagaban durante mucho tiempo en la neblina, en ocasiones muy cerca de la costa, con el riesgo de chocar contra un iceberg o estrellarse contra una roca. Entonces, a la hora en que los barcos debían regresar, las mujeres y los niños de los marineros se reunían en el muelle y cantaban con todas sus fuerzas. En medio de la oscuridad, esas voces queridas guiaban a los marineros perdidos hacia la claridad del faro y hasta el puerto.
Esto nos hace pensar en aquellos que no saben cómo orientar su vida. Están perdidos en una especie de niebla que les tapa la verdadera luz: Jesucristo.
Sin embargo, si prestaran atención escucharían unas voces dirigidas a ellos. Provienen de aquellos que, habiendo descubierto para sí mismos la salvación y la paz, pueden hablar a otros de Aquél que los salvó. Esas voces invitan a encontrar en la Palabra de Dios, la buena dirección y el camino para ir a Jesús. Él es esa voz amada que nos guía para entrar en el puerto deseado. Estar en ese puerto es estar seguros, firmemente asidos, mediante vínculos que no se pueden romper, a los amarraderos.
Así sucede con el que ha creído en el Señor Jesús. Pertenece al Señor, tiene la vida eterna y nadie puede arrancarlo de sus brazos. Su vida está ligada a Aquel que está sentado a la diestra de Dios, en su trono.

Hijos pródigos

Vivimos cada día con el desafío de que nuestra vida cotidiana refleje santidad. Dicho de otra forma, queremos no solo hablar de Cristo sino mostrarlo, que nuestra vida sea un reflejo de Él. ¡Luchamos por ello! Cuanto más cerca estamos del Señor, más posibilidades tenemos de victoria; más alejados de Él, solo podemos “pedir nuestra herencia” y marcharnos a “tierras lejanas”.
Fijémonos en Lucas 15:11-24
1)  Dame La Herencia
Pedir la herencia = Declarar la muerte = Separación.
Con nuestras acciones, a veces nos Separamos de Dios.
Vivir o arrastrar pecados nos lleva a pedir nuestra herencia. Bajo esta condición nos hacemos daño y dañamos a otros.
2)  Volver en Sí
Dios tendrá que permitir el sufrimiento. (Comenzó a faltarle) verso 14.
Dios permitirá la necesidad. (Tuvo hambre verso 16)
Tendremos que experimentar humillación. (cuidar cerdos verso 15)
Pero Dios siempre abrirá una puerta para volver, para recapacitar verso 17.

Que El Miedo No Te Detenga

“…DIOS, QUE HA COMENZADO EN VOSOTROS UNA LABOR TAN EXCELENTE, LA LLEVARÁ A FELIZ TÉRMINO…” (Filipenses 1:6 BLP)

¿Te ha llamado Dios a hacer algo de lo que no te sientes capaz? ¿Se te ocurren cientos de personas que serían más aptas que tú para esa tarea? No importa lo que pienses porque Dios no ha elegido a nadie más que a ti, con tus limitaciones e inseguridades. A Él no le sorprende tu incompetencia porque “Su poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).

“Puede que ocultes tus debilidades a los demás, pero no puedes esconderlas a Dios. Él te creó, ¿crees que fue un error? Te creó con debilidades para que sigas siendo humilde, y son ellas las que te hacen acercarte a Dios y sin ellas te enorgullecerías… aunque al mismo tiempo, no te permitirá que las pongas como excusa para no cumplir tu misión ni para pasar por alto tu propósito. Si Dios te llama a desempeñar una tarea extraordinaria, te equipará y el Espíritu Santo realizará Su obra en tu interior. Así que aférrate a Sus fuerzas, no a las tuyas. No te fijes en lo incapaz que crees ser para esa misión. Recuerda que Dios es mayor que cualquier dificultad que se te presente, por muy abrumadora que pueda parecer”.

La Biblia dice que somos “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas” (Efesios 2:10). Los planes del Señor nunca son un “por si acaso”. Te creó con un designio específico y Aquel “que ha comenzado en ti una labor tan excelente, la llevará a feliz término”(Filipenses 1:6 BLP). Por eso, en lugar de dejar que el miedo te detenga, haz que te motive a levantarte y avanzar.

¿Por qué perdonar es importante?

La Biblia nos enseña: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” Efesios 4:32.
¿Qué significa el perdón?
Veamos lo que significa la palabra perdón en el griego del Nuevo Testamento. Esta palabra traducida, tiene varios significados, cada uno de ellos muy importante: liberación, enviar fuera, desechar, despedir y otorgar un favor de forma incondicional. El perdón es una decisión en la cual se renuncia al resentimiento o ira hacia el ofensor, así como al reclamo de un castigo. Perdonar nos permite ver la gloria del Señor, mientras que la falta de perdón nos lleva a ser agresivos, dañinos y amargados. 
Resultados del resentimiento.
El resentimiento es un sentimiento hostil, alimentado por el recuerdo de una ofensa o daño recibido (es la falta de perdón guardada en el corazón). Vemos por ejemplo, que el rey Saúl perdió el reino porque nunca superó su resentimiento hacia David. Aunque David nunca lo atacó, el rey Saúl tenía graves problemas de autoestima, y su corazón se llenó de enojo y amargura. En varias ocasiones intentó matar a David, y hasta su propio hijo Jonatán sufrió por ser amigo de David.
El resentimiento impide ser felices.
El profeta Jonás no experimentó el gozo de ser usado por el Señor, ni entendió los planes divinos. Él huyó de Dios para no ir a Nínive… pero por el ordenamiento divino fue y predicó allí, y ante su mensaje los ninivitas se arrepintieron. Pero él seguía esperando que el Señor los destruyera porque su corazón estaba resentido contra ellos. Una versión bíblica nos dice: “Jonás se enojó muchísimo, pues no le gustó que Dios hubiera perdonado a la gente de Nínive”.
El Señor no perdona a quien no perdona, Marcos 11:25-26.