viernes, 18 de octubre de 2019

Dos malvados condenados a muerte a cada lado de la cruz de Cristo

Usted y yo tomamos una opción u otra
frente a la muerte de Cristo

Hay personas que tienen una relación de agravio y rechazo a Dios.
Quieren un Dios que les resuelva todos sus problemas, que los baje de la cruz del sufrimiento de inmediato, y muy a menudo cuestionan preguntas como estas:

¿Por qué hay tantas catástrofes?, ¿por qué hay accidentes?, ¿dónde está Dios?, ¿por qué hay terrorismo?, ¿por qué las guerras y el dolor?, ¿por qué Dios así lo permite?, ¿por qué hay tantos que mueren de cáncer o de otras enfermedades?, ¿por qué hay ricos y pobres?, ¿por qué el hambre y la pobreza? ¿Por qué no resuelves esto o aquello? Dios, te pregunto: ¿por qué?, ¿por qué?

dos pecadores al lado de Cristo
Pero Dios no quiere que lo usemos siempre para resolver todos nuestros problemas. Él no siempre ha de querer librarnos de las aflicciones y del dolor que nos presenta un mundo caído y en caos. Lo que Dios quiere es resolver la pecaminosidad de nuestro corazón y no necesariamente todas nuestras comodidades terrenales.

No habríamos de tener el sincero deseo de estar en el cielo con Dios si realmente tuviéramos un paraíso en esta tierra. A veces nos hace falta estar un poco sumergidos en las lágrimas, en el dolor y en los sufrimientos para sentir la necesidad de un Redentor.

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
 (Juan  3:36).

La actitud de uno de los malvados condenados a muerte al lado de Cristo, es muy similar a la posición que toman muchos de nuestra era moderna frente a la muerte de Jesucristo.
Quieren a un Dios que les resuelva todos sus problemas, que les haga un milagro a su antojo y que de manera urgente los baje de la cruz del sufrimiento y de la muerte. A estos pecadores no les urge un Salvador para sus almas, sino que desesperadamente anhelan resolver sus problemas en este mundo terrenal y pasajero. 
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. (Lucas 23:39).
Esta no fue la actitud del otro impío pecador condenado a muerte al lado de la cruz de Cristo; este otro pudo ver descender la Gracia de Dios unos momentos antes de su muerte. 
Y en la misma hora en que se enfrentaba al destino eterno de su alma, (1) tomó una actitud de quebranto, (2) reconoció su pecado y (3) la deidad del Hijo de Dios.
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. (Lucas 23:40-42).
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.  (Lucas 23;43)

Usted y yo, hoy también,tenemos que tomar una actitud frente a la cruz de Cristo. Y la respuesta determinará el destino eterno de nuestras almas.
¡Que el Espíritu Santo nos revele la actitud correcta y que la Gracia de Dios nos salve! Amén.


No hay comentarios:

Publicar un comentario