sábado, 23 de noviembre de 2019

¡Victoria!

Jesús después de ser bautizado, según Mateo 4:1, subió al desierto guiado por el Espíritu. El desierto siempre ha sido prototipo de tiempos difíciles; ahí el corazón y el carácter son probados y formados (Oseas 2:14). La justicia es la conservación de la inocencia ante la presencia de la tentación, y el carácter se desarrolla según como sea nuestra respuesta ante esta última.
En el desierto, el ser humano, física y emocionalmente, no está en sus mejores condiciones porque el desierto absorbe las fuerzas, y es en ese momento cuando el tentador ataca.
Después de 40 días y 40 noches de ayuno en el desierto, Jesús tuvo hambre y el tentador actuó inmediatamente, ofreciéndole lo que en ese momento satisfaría su necesidad. Satanás le dijo (Mateo 4:3): ya que eres el hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Según el texto original, la expresión es de adulación, es como decir: El Hijo de Dios que es lleno de poder, ¿se muere de hambre? Usa tus métodos para resolver este asunto. ¿Sabes lo que es estar hambriento, realmente hambriento?
Resultado de imagen de ¡Victoria! bíblicaEs desesperante y más si no ves la respuesta, ¿Cuántas veces has pecado por hambre? ¿Por hambre? ¡Si! 
La Biblia cuenta la historia de un hombre que por un simple plato de lentejas perdió la bendición de su padre y de Dios, porque al satisfacer sus necesidades menospreció la bendición de Dios. Después, aunque procuró con lágrimas tener la bendición, no tuvo otra oportunidad (Génesis 25: 34Hebreos 12:17). 
¿De qué ha tenido hambre tu carne? ¿Tanta que por satisfacerse podrías menospreciar la bendición de Dios? (relaciones sexuales ilícitas, hambre de venganza, glotonería, vicios, malos hábitos, el cumplimiento de un sueño por el camino incorrecto)...
El tentador te puede ofrecer un pan que no es el que necesitas, un pan que aunque es normal para el mundo, no llenará verdaderamente tu necesidad. Jesús responde a la tentación con la Palabra de Dios; escrito está: no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4;4). Es la misma palabra que Moisés usó para recordarle al pueblo de Israel que Dios responde a la necesidad de maneras más poderosas, cuando aprendemos a confiar y esperar en Él.
El tentador es perseverante, no se rinde fácilmente; en realidad su único propósito es que vivamos en derrota siendo esclavos del pecado. Entonces lleva a Jesús a lo más alto del templo en Jerusalén, y le repite el Salmo 91:11; le dice: pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. El tentador mejora su táctica y lanza una tentación disfrazada de verdad.
Si Jesús se lanzaba del templo y no le pasaba nada, llamaría la atención de todos, la gente sabría que Dios estaba con Él. ¡Una buena táctica!, pero el inconveniente era que Dios no le mandó a tirarse. 
Ya que el enemigo no pudo tentarle con las cosas de la carne, le tienta con algo más profundo, incitándole a hacer cosas sobrenaturales demostrando que venía de Dios, y así tal vez ya no tendría que sufrir tan cruelmente por nuestros pecados, ¡éste es un plan mejor!
Como humanos estamos acostumbrados a la ley del mínimo esfuerzo y buscamos el camino más fácil que nos lleve a la meta. Pero Jesús responde: no tentarás al Señor tu Dios (Mateo 4;7). Es la misma palabra que Moisés usó para recordarle al pueblo de Israel que Dios demanda obediencia. A veces Dios nos manda por caminos que no son agradables a nuestros ojos, y se nos presentan caminos que aparentemente son mejores (Proverbios 14:12). Ahí es probada nuestra obediencia, porque obedecer a Dios es una consecuencia de confianza y amor.
El tentador no se da por vencido y lleva a Jesús a un monte muy alto donde le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos. Entonces le dijo: todo esto te daré si postrado me adoras (Mateo 4;7). ¿En qué estaba pensando el tentador? Porque técnicamente ningún reino le pertenece.
La verdad es que la autoridad que tiene el enemigo es la que le damos cuando cedemos a sus tentaciones, permitiéndole que sea el dueño de nuestros corazones al dejarle llevarnos a nuestros más bajos dominios. Es decir, satanás estaba ofreciendo el lugar que le había costado muchos años, solo si Jesús lo adoraba, porque él siempre ha buscado robarle la adoración a Dios. Era la oportunidad perfecta, así que lanza descabelladamente su propuesta, mostrando una vez más una manera fácil de llegar a la meta. Pero Jesús responde rotundamente: vete satanás, porque escrito está: al Señor tu Dios adorarás y solo a ÉL servirás (Mateo 4;10).
Conclusión
La recompensa de vencer la tentación es ver la poderosa mano de Dios. Jesús al descender del desierto pudo ver que ángeles lo servían (Mateo 4:11).
Así como Jesús pasó por desiertos, nosotros pasaremos por desiertos donde seremos tentados. Y Dios por amor nos da la libertad de elegir, no nos obliga a seguirlo, no nos encierra en una burbuja, nos permite conocer todas las opciones, y es nuestra decisión si lo elegimos a Él o no.
Jesús fue obediente hasta la muerte, venció la tentación. Si Jesús está en nuestra vida, tú y yo podemos vencer toda tentación.

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