Las malinterpretaciones de la Biblia
pierden toda la gracia cuando han arruinado la vida de una persona. Hasta cierto
punto, éste era el caso de un muchacho, llamémoslo Pedro, que había
asistido durante años a una iglesia supuestamente cristiana. Comenzó a leer la
Biblia y se percató de que algunas de las prácticas habituales en su congregación eran contrarias a las Escrituras.
Decidió entonces, hablar con su pastor y le expuso sus inquietudes mostrándole algunos textos bíblicos, a lo que su
pastor respondió: “Estás enfocándote demasiado en el texto. Recuerda: la letra
mata, pero el espíritu vivifica”.
Malinterpretando el texto
Tomar literalmente un pasaje como 2 Corintios 3:6 (el cual asimismo nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata, pero el Espíritu da vida), y
darle una interpretación incorrecta es bastante serio. Aunque somos humanos
falibles interpretando la Palabra de Dios infalible, el Señor nos hace
responsables de cómo usamos la Biblia, especialmente si somos maestros de ella (Santiago 3:1). Para las personas que enseñan lo que Dios no
dice, Dios tiene reservada una condenación más grande.
2 Corintios 3:6 es
uno de esos versos que ha sido malinterpretado desde los primeros siglos de la
Iglesia cristiana. Por ejemplo, Orígenes, quien murió en el siglo III y es
famoso por sus alegorías de la Biblia, interpretaba “la letra” en el sentido
gramatical del texto, mientras que “el espíritu” se refería a la interpretación
espiritual. De acuerdo a Orígenes, el sentido gramático era inferior al
espiritual. Él usó este versículo para justificar sus interpretaciones
alegóricas, y después muchos siguieron su ejemplo, malinterpretando incontables
versículos por toda la Biblia.
Hoy en día, este verso se usa para
justificar una falta de seriedad al estudiar la Palabra. Hay diversas variaciones de lo mismo. Si un muchacho quiere estudiar en el seminario, alguna
persona, quizá con buena intención, puede tomarlo aparte para advertirle que “la letra mata,
pero el espíritu vivifica”. Cuando un joven (como Pedro) encuentra prácticas
antibíblicas en su iglesia, su voz es reprimida con este mismo texto.
Este verso, sin embargo, no tiene nada que
ver con el sentido espiritual de un pasaje, ni con el peligro de estudiar
teología. Mucho menos debe usarse para justificar en la iglesia cosas que son
contrarias a la Palabra de Dios.
Ministros del nuevo pacto
Había personas en Corinto que dudaban
del apostolado y la autoridad de Pablo. Probablemente algunos falsos maestros
intentaban desviar a la congregación de la autoridad apostólica. Sin embargo,
para Pablo no había duda alguna: “Como de parte de Dios, hablamos en Cristo
delante de Dios” (2 Corintios 2:17).
Pablo continúa explicando que no era
necesario mostrar algún tipo de currículum vitae. Ni siquiera
necesitaba alguna carta de recomendación, porque la carta eran los mismos creyentes en
Corinto, una carta “redactada por nosotros, no escrita con tinta, sino con el
Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones
humanos” (2 Corintios 3:3). Este verso nos da una pista para interpretar 2 Corintios 3:6,
pues vemos el contraste que Pablo hace entre las “tablas de piedra” —una
referencia al pacto de la ley del Antiguo Testamento—, y la obra del Espíritu,
la cual se hace directamente en el corazón humano.
Indudablemente, Pablo está pensando en
pasajes como: “Porque este es el pacto que haré con
la casa de Israel después de aquellos días’, declara el SEÑOR. ‘Pondré Mi ley
dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré. Entonces Yo seré su Dios y
ellos serán Mi pueblo’”, Jeremías 31:33.
“Además, les daré un corazón nuevo y
pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de
piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y
haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis
ordenanzas”, Ezequiel 36:26-27
El apóstol estaba diciendo que su
autoridad apostólica era evidente, pues el Espíritu había transformado sus vidas
mediante la predicación del evangelio por parte de Pablo y aquellos que
ministraban junto a él. Esto no era algo que Pablo había logrado por sí mismo; ¡en absoluto! Esa suficiencia no venía de ellos mismos (2 Corintios 3:5),
más bien:
“Nuestra suficiencia es de Dios, el cual
también nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto, no de la letra,
sino del Espíritu”, 2 Corintios
3:5-6.
Aquí está la clave: Pablo (y los
apóstoles) era ministro del nuevo pacto (del Espíritu), no del antiguo pacto
(de la letra). Y justamente después escribe: “Porque la letra mata, pero el
Espíritu da vida” (2 Corintios 3:6).
Contraste entre pactos
Este versículo, entonces, se refiere a
un contraste entre dos pactos: el antiguo y el nuevo. El antiguo pacto, dice
Pablo, es el de la letra, y mata. Por otro lado, el nuevo pacto, del
Espíritu, vivifica. ¿Cómo entender esto?
El antiguo pacto, escrito en letra, mata
por varias razones:
Primeramente, era un pacto “de muerte” (2 Corintios 3:7), sin capacidad de dar vida, sino todo lo contrario. El pecado que mora en el ser humano se aprovecha del mandamiento para producir más pecado (Romanos 7:8) y finalmente la muerte (Romanos 7:11). Este pacto, por sí mismo, no tenía ninguna capacidad de producir vida. Era un código condicional que Dios había hecho con su pueblo, pero que quedaría reemplazado por un nuevo y mejor pacto (Hebreos 7:22, 8:6, 12:24).
Primeramente, era un pacto “de muerte” (2 Corintios 3:7), sin capacidad de dar vida, sino todo lo contrario. El pecado que mora en el ser humano se aprovecha del mandamiento para producir más pecado (Romanos 7:8) y finalmente la muerte (Romanos 7:11). Este pacto, por sí mismo, no tenía ninguna capacidad de producir vida. Era un código condicional que Dios había hecho con su pueblo, pero que quedaría reemplazado por un nuevo y mejor pacto (Hebreos 7:22, 8:6, 12:24).
Segundo, era un pacto “de condenación” (2 Corintios 3:9).
Tanto es así que la persona bajo ese pacto estaba bajo maldición (Deuteronomio 27:26; Gálatas 3:10).
Ninguna persona podía cumplir con todos los requisitos de la ley, y por lo tanto, toda
persona bajo ese pacto sería juzgada y encontrada culpable.
El nuevo pacto viene con la promesa y el
poder del Espíritu Santo, con la ley escrita en el corazón; es el pacto de la
regeneración, es el pacto que produce vida.
El nuevo pacto, el del
Espíritu, “da vida”. Este nuevo pacto, inaugurado y mediado por el Señor
Jesucristo (Mateo 26:28; Marcos 14:24; Lucas 22:20; 1 Corintios 11:25; Hebreos 12:24), era el mismo prometido en el Antiguo Testamento (Ezequiel 36:26; Hebreos 8:8).
A diferencia del antiguo pacto, este nuevo venía con la promesa y el poder del
Espíritu Santo (Jeremías 31:31), con la ley escrita no en tablas sino en el
corazón (Jeremías 31; Ezequiel 36).
El nuevo pacto es el pacto de la regeneración (Ezequiel 37),
es el pacto que produce vida (Juan 6:63; Romanos 8:6).
Así que Pablo, en este texto, enseña la
maravillosa bendición que tenemos los que estamos bajo el pacto de vida
por medio de la regeneración del Espíritu, por la obra de obediencia de
Jesucristo al Padre.
Conclusión
Cuando nos enfrentamos a algún texto
difícil en las Escrituras, lo mejor que podemos hacer es mirar el contexto,
tanto el inmediato como el más amplio. Es importante tener un panorama robusto
y completo de toda la Palabra, para interpretar la Biblia con la Biblia misma.
Así no caeremos en condenación, sino que seremos, como Pablo, ministros y
proclamadores del nuevo pacto que trae vida.
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