martes, 26 de noviembre de 2019

Los tres enemigos del cristiano

La biblia nos advierte que en la carrera cristiana tenemos tres enemigos que amenazan nuestra integridad espiritual, y que unidos buscarán la forma de destruirnos e impedir que terminemos la carrera que nos es propuesta.

I. El diablo. Querubín desechado por Dios por rebelarse contra Él.

El diablo es considerado el enemigo de Dios y enemigo nuestro. Busca nuestro mal y tratará de destruirnos, y añadirnos a la 3ª parte de ángeles caídos organizados y especializados como “principados, potestades, gobernadores de tinieblas, malicias espirituales”.
  • Identifiquemos en cada batalla que quien esta detrás es Satanás y sus demonios (Efesios 6:12)
  • La biblia nos advierte a resistirlo, a no dar lugar al diablo abriéndole puertas de nuestra vida cristiana. (Efesios 4:27 «…ni deis lugar al diablo….»
  • También nos instruye en cómo hacerle frente y salir triunfantes. (Santiago 4:7 «…Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros…).
Mas nunca podremos vencer al diablo solo con nuestras propias fuerzas. Aunque está derrotado por Jesús, sus estrategias y maquinaciones terminan destruyendo a los hijos de Dios, pues es padre de la mentira y actúa desde el principio, es decir que por milenios ha maquinado y perfeccionado sus estrategias de destrucción. Es muy hábil para engañar, seducir y retorcer el sentido de las mismas escrituras, por lo que el creyente que vive desapercibido y distraído será blanco fácil de su ataque y destrucción.
Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. 1 Pedro 5:8 
Debemos vestirnos de toda la armadura de Dios. Es nuestra responsabilidad tomarla y revestirnos de ella, para salir triunfantes de todas las asechanzas del diablo. (Efesios 6:10-11 «…Por lo demás, hermanos míos, confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo…»)
Son armas las de la luz (Romanos 13:12), también son poderosas en Dios (2 Corintios 10:4). Tenemos también la cobertura de nuestro Dios que es mayor que el diablo (1 Juan 4:4 ). Por cada ángel caído tenemos dos ángeles de Dios a favor nuestro (2 Reyes 6:16).

II. El mundo.

Sistema, mundanal, que atrae a los creyentes a amarlo más que a Dios; fama, poder, riquezas, bienes, modas, costumbres, tradiciones...
Desde la caída de Adán y Eva el mundo ha estado bajo el control de Satanás ofreciendo toda clase de pasatiempos, modas, costumbres; controlando las riquezas, el poder y la fama, ofreciéndolas a quien él quiere, especialmente a los hijos de Dios para atraerlos y esclavizarlos. Es como vender el alma al diablo con sus ofrecimientos. Se los ofreció a Jesús cuando fue tentado en el desierto (Mateo 4:1-11).
Mas la palabra de Dios nos advierte que amar al mundo anteponiéndolo a Dios, es convertirnos en Sus enemigos.
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  • Santiago 4:4 «…¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios…» 
  • 1 Juan 2:15-17 «…No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre…»
Jesús dijo que aunque estamos en el mundo, no pertenecemos a este mundo; aquí somos peregrinos y extranjeros, nuestra patria está en los cielos, aquí en esta tierra somos embajadores del alto Dios. (Juan 17:16 «…No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo..»)
Podemos lograr fama pero ser humildes, lograr fortuna pero no ser codiciosos, ni avaros ni mezquinos sino generosos, tener poder pero ser sencillos. En definitiva, debemos ser diferentes a los del mundo, salir del mundo, morir para el mundo, no amistarnos con él.
Juan 16:33 «…Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo…»
III. La carne. La naturaleza carnal controlada por el pecado original.
Las concupiscenciasSantiago 1:14-15 «…sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte…»
Los pecados de la carneGálatas 5; 19-21 «…Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios…»
Hubo un rey que estableció una ley de que quien cometiera pecados, desórdenes y crímenes le fueran amputadas las partes afectas de su cuerpo. Así que, a los ladrones les cortaban las manos, a los chismosos y mentirosos la lengua, y eran encerrados en calabozos. Pero su plan fracasó porque aún sin manos seguían robando a través de sus cómplices, quedando demostrado que el origen del mal era algo innato de su naturaleza carnal y pecaminosa.
La biblia nos demuestra que el pecado en el hombre comienza y se manifiesta de afuera hacia adentro; a través de las ventanas del alma… los ojos, los oídos, pasando por la mente y procesándose en las concupiscencias (que son los deseos y pasiones del hombre), para derribar el seguro de la puerta de nuestra voluntad, y así anidarse en el corazón.
Santiago 1:13-15 «…Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte…» 
Así también, la palabra de Dios nos dice que la salvación comienza de adentro hacia afuera. Cuando el pecador se arrepiente y confiesa sus pecados, Dios trae a su vida justificación por medio de la sangre de Jesús, y así comienza el proceso de la santificación. Es decir, que el nuevo nacimiento es instantáneo, sucede en un momento, pero la santificación es el proceso de toda la vida cristiana.
Así que si no hay arrepentimiento, que es la transformación interior = metamorfosis de gusano a mariposa, cualquier intento de querer cambiar de vida y ser nueva criatura nunca sucederá. El hombre solo será un religioso atado a sistemas de humanismo, pero no tendrá una relación personal con su creador.
  • Job 42:5 «…De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven…»
  • Proverbios 4:18 «…Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto..»
La carne se vence sometiéndola y sujetándola con la ayuda del Espíritu Santo. Debemos tener presente que la carne no se espiritualiza con el paso del tiempo, ni viviendo una vida consagrada a Dios, porque por naturaleza lleva consigo el pecado original. Y cuando el creyente se descuida relajándose espiritualmente, la carne actúa como una fiera en su instinto, y su naturaleza lo destruirá aplastándolo en el pecado.
El espíritu del hombre jamás podrá adaptarse a la carne, pues la intención de nuestro espíritu es anhelar a Dios, mientras que la intención de la carne, con sus deseos y pasiones pecaminosas, es la de amar al mundo, al pecado y hacer lo malo.
Romanos 7:18-25 «…Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado…»
Mientras vivamos aquí en esta tierra, la carne se adapta fácilmente al alma, y unidas quieren ganar una batalla que conduce al hombre a vivir una vida pecaminosa con un ego de continuo a hacer el mal.
Cuando suceda el rapto de la iglesia, nuestros cuerpos serán adaptados al espíritu, pues la palabra dice que resucitaremos con cuerpos espirituales sin ninguna intención de hacer el mal. (1 Corintios 15:44 «…Se siembra cuerpo animal (natural), resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual…»).
La carne se alimenta de los deseos pecaminosos; le agrada y se complace en la pereza, la inmoralidad, en odiar, escuchar chismes, hacer alianzas con pecadores, ama el quedarse en casa en días de servicio, se resiste cuando planeamos leer la biblia, y nos da sueño, se opone a orar, a ayunar, perdonar, los servicios se hacen aburridos, la senda cristiana sin atractivo, se prefiere lo del mundo (fama, poder, riquezas, que dan la apariencia de ser bueno, apetitoso y hermoso).
Así que, cuanto más alimentas la carne con sus deseos y pasiones, más debilitas a tu espíritu convirtiéndolo en esclavo y siervo, convirtiéndose la carne en amo y señor de todas tus acciones y decisiones.

Conclusión

En la vida cristiana existe una lucha constante del espíritu contra la carne. Si no alimentas, ejercitas, entrenas y cuidas tu espíritu, terminarás en la carne.
El plan perfecto de Dios en tu vida cristiana es que en tu ser exista una correcta correspondencia de orden. O sea, que tu espíritu sea el amo, tu alma el mayordomo y tu carne el esclavo. Solo así podrás llevar una vida acorde a los principios de la vida cristiana.
Si vivimos guiados por y conforme al Espíritu Santo, somos vencedores contra la ley del pecado (Gálatas 5:22-23 «…Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley…»).


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