domingo, 6 de octubre de 2019

Eres hijo, no esclavo

¿Qué piensas cuando ves o escuchas la palabra “esclavo”? Seguramente la mayoría de nosotros imaginamos a alguien que, trabajando duro, está siendo explotado, física o laboralmente. La definición sencilla y correcta de esclavo es: “individuo que se encuentra bajo el dominio de otro”; pero existen muchos tipos más de esclavitud, como por ejemplo, personas que son esclavas de la tristeza, de la culpa, del dolor, y de muchas cosas más, sentimientos o pensamientos que los dominan sin que ellos así lo deseen, personas que quisieran liberarse de esa dependencia o carga que llevan por algo que les pasó o les hicieron, pero que por algún motivo no tienen la fuerza para enfrentarlos.
A lo largo de la vida experimentamos muchas cosas, situaciones y vivencias que muchas veces nos marcan o nos dejan recuerdos, tanto los felices como los dolorosos; pero estos últimos lamentablemente son los que más recordamos, porque siendo a veces cosas tan fuertes nos mantienen atados y viviendo dominados por ellos.
Por otra parte, aunque no existe una definición exacta de “hijo”, un hijo es algo amado y un tesoro valioso en las manos de quien mira por él. Hay padres que engendran y hay padres que crían, y hay padres que hacen las dos cosas, y en nuestro caso hay hijos que tienen también a Dios por Padre, y que como tales, tienen derechos y privilegios que nunca debemos olvidar.
Las cosas que has experimentado puede que te hayan hecho sentir muy triste, tan decepcionado y cansado que lo único que sientes es que todo parece ser muy difícil, y sin darte cuenta has olvidado tu verdadero lugar y poco a poco has tomado el de un esclavo que sufre y depende de otros.
Pero desde el momento que llegaste al mundo, Dios ya te había escogido como hijo. Tal vez no lo conocías, pero Él sabía todo sobre ti, lo que harías, cómo ibas a crecer y hasta dónde ibas a llegar; te hizo su hijo amado, te dio domino propio y libre albedrío para que no vivieras bajo el dominio de un esclavo, sino bajo la gracia de su amor. Así es como quiere que vivas y no dominado por la tristeza, el dolor o la culpabilidad.
Puede que tus problemas parezcan dominarte, puede que tu situación tan complicada te haya llevado a olvidar que ya no eres más un esclavo sino un hijo, pero ya es momento de que abras los ojos y te des cuenta de tu realidad, de que Dios te ha hecho poseedor de autoridad y fortaleza, y que te ha dado un lugar especial donde nada te haga falta. Tu verdadero lugar es el de los vencedores, los fuertes y los que saben levantarse.
Tú eres hijo de un Dios amoroso y todopoderoso, fuiste creado a su imagen y semejanza. Con todos tus errores y los problemas que puedas enfrentar, nunca dejarás de ser el hijo amado y escogido de Dios. No permitas que las afrentas de la vida te coloquen en aquel lugar que no es el que te corresponde; andar con la cabeza agachada y lleno de dolor no es lo tuyo, a ti te tocan cosas mejores, los privilegios de los que goza un hijo de Dios, el perdón, la fuerza, la prosperidad, la paz, las bendiciones y las batallas ganadas, eso es lo tuyo. No esperes más, ¡toma lo que te corresponde, deja el lugar de esclavo y siéntate en tu lugar de hijo!

Así pues, tú ya no eres esclavo, sino hijo de Dios; y por ser hijo suyo, es voluntad de Dios que seas también su heredero. Gálatas 4:7 (DHH)

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