Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Romanos 15;2.
La noche en que el presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln fue asesinado, tenía en sus bolsillos lo siguiente: unas gafas, un paño para ellas, una navaja, una leontina (cadena del reloj), un pañuelo, una billetera de cuero con cinco dólares de los Estados Confederados, y ocho recortes de periódicos, de los cuales varios lo elogiaban a él y sus políticas.
¿Qué haría el billete confederado en el bolsillo del presidente? En fin... , todos necesitamos ánimo… ¡incluso un gran líder como Lincoln!¿Conoces a alguien que necesita aliento? ¡Todo el mundo! Mira a tu alrededor. No hay nadie dentro del alcance de tu vista que esté tan seguro de sí como parece. Todos estamos a un fracaso, a un comentario malicioso o a un mal día de distancia de dudar de nosotros mismos.
¿Qué tal si todos obedeciéramos el mandato de Dios en Romanos 15:2: «Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación»? ¿Y si decidiéramos hablar «dichos suaves» que son «suavidad al alma y medicina para los huesos» (Proverbios 16:24)? ¿O si escribiéramos esas palabras para que los amigos las releyeran y disfrutaran? Entonces todos tendríamos notas en los bolsillos (¡o en nuestros teléfonos!). Y así nos pareceríamos más a Jesús (Romanos 15:3).
Alguien podría necesitar hoy que lo alientes. ¿Quién?
Lo mejor que podemos hacer es alentar a otros con nuestras palabras, acciones y compañía.
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